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Dos o tres segundos bastan para teñir con color el hecho soberano. La marcada personalidad del encargado de la labor pintoresca, generalmente ameniza o incomoda al elector, porque ya es común que se reconozca este paso final del proceso electivo como “mojar el chiquito”, refiriéndose a marcar el dedo meñique con algo de tinta. Prudencia en algunos electores, euforia en otros, pero al final todos marcados por la sustancia púrpura. Pasan los minutos y se comienza a percibir la ligera sensación de rigidez en la punta del dedo meñique, quien se comienza a moldear con arrugas que texturizan lo cometido.
En las calles, la gente viene y va, pero vibrantes al son del cúmulo de emociones que arraiga un proceso electoral en Venezuela, ellos también muestran con beneplácito su prueba de opinión, el chiquito izquierdo teñido, quien se convierte, incluso entre desconocidos, en motivo de conversaciones, debates y aproximaciones visionarias de algún posible resultado de la contienda de turno.
En la época actual, la marca electoral, se pasea en las redes sociales digitales, donde gran parte de las personas inmortalizan a través de fotografías sus meñiques púrpuras, demostrando su responsabilidad al acudir a tal compromiso y también cuestionando a la audiencia con el recurrente “Ya yo voté ¿Y tú?”.
Al pasar las horas, ya la marca en nuestro dedo es parte de nosotros y nos sentimos en normalidad con ella. Es en ese momento, cuando asimilo la importancia de una opinión electoral y un ejercicio soberano repleto de razonamiento, responsabilidad y conciencia. Porque la satisfacción de decidir en primera persona, es algo que alimenta esa paz de la que tanto se habla. Se nos había perdido tal sensación en la absurda venta de criterios que por doquier apreciábamos, en la depreciación de las cualidades humanas y profesionales de parte de nuestros coterráneos que erradamente entregaban su opinión crítica a cambio de un empleo o beneficio y desprestigiaban su autenticidad y capacidad de decisión propia, principios y convicciones.
Debemos aclarar hasta saciar las dudas sobre el significado de la expresión más importante y genuina de nuestra soberanía, los procesos electorales. Ahora me queda claro que las arrugas que le dan textura al dedo pintado o la sensación rígida de la tinta indeleble, es solo una pequeña muestra de la inmensidad que implica ser parte de un hecho también indeleble.