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En la entrada de la funeraria El Carmen esperaban sus amigos y compañeros de baile. Un grupo de 12 chicos repetían algunos de los pasos que les enseñó el coreógrafo y diseñador gráfico Alberto Antonio Méndez Fuenmayor (24), a quien asesinaron dentro de su apartamento.
Ninguno de los presentes quiso hablar sobre su deceso ni de la saña del asesino en su contra. Miraban al féretro sellado a mitad de la sala velatoria y solo recordaban la alegría, el entusiasmo y la vida que Alberto les transmitía en sus bailes.
Bárbara Carrillo, una de las mejores amigas, aguardaba sentada en el piso. Vestía completamente de negro y unos lentes de sol. Con tristeza recordó algunas de las cualidades de su “hermano”, como lo llamaba. Alberto se graduó de diseñador gráfico, por un tiempo se desempeñó en el campo, pero su pasión era el baile. Lo describió como sincero, inteligente y amante de la artesanía.
A lo lejos se escuchaba el llanto. Una mujer mayor, completamente de luto, sollozaba. Los amigos de Méndez comentaron que era su madre. Desde que arribó a la sala no se levantó de la silla ni dejó de llorar. Cuando empezaban a cesar las lágrimas, un abrazo en señal de pésame revivía su sufrimiento por la pérdida de su hijo.
Investigación
El cadáver de Méndez lo encontraron, el pasado jueves a las 5.00 de la tarde, en su habitación. Los vecinos llamaron a los familiares por el mal olor y la madre del bailarín se acercó al apartamento 1B de la torre, en las residencias San José de Pomona, con uno de sus nietos. El niño halló a su tío envuelto en una sábana con un bate a pocos metros.
“Las cerraduras no las violentaron, tampoco robaron nada”, lo que indica que el responsable era alguien conocido. El detective agregó que la forma en la que lo asesinaron, “usaron armas blancas ni objetos contundentes”. Todo se inclina al móvil pasional.
“En principio se manejó como un robo, pero lo descartamos porque solo se llevaron algunas pertenencias, y no eran de tanto valor. Por los momentos investigamos su entorno social”, detalló el investigador.