Vivimos
La situación de desastre de Venezuela necesita posiciones de convergencia inmediata, hechos concretos que frenen la criminal estanflación que nos empobrece minuto a minuto, sembrando desesperanza e inseguridad de todo tipo y consecuencialmente una delincuencia prepotente y con conciencia de clase que ferozmente tiene el poder suficiente para demostrar como lo hacen, quién en realidad es el que manda en miles de barrios y sectores de Venezuela.
Esta confusión se evidencia en las noticias diarias de una PNB que nació de la improvisación y que alberga verdaderas bandas delictivas que los transforma en vedettes negativos de las páginas rojas de todos los medios informativos. Ese cuerpo, simboliza a estas alturas el terror, pues cualquier procedimiento en el cual aparezcan, deja en estupefacción a los presentes en espera de lo peor. “No son todos” dice un jefe policial; en efecto no será la totalidad, pero son muchos, demasiados, los efectivos que se han involucrado en forma repetitiva en hechos delictivos, cayendo incluso abatidos por otros cuerpos policiales.
Venezuela necesita depurarse. Vivimos una anarquía total en la cual el respeto a la ley es una falacia. Todo mundo se desenvuelve en el individualismo, en una violencia rutinaria; hombres, mujeres y niños están infectados con la inobservancia de la ley. Particulares y funcionarios públicos, burlan consuetudinariamente todas las normas en un festín de impunidad masiva y lesiva. No obstante, aún hay espacios reservados a quienes tienen el coraje de exhibir honestidad, estigmatizados con el mote de “se la echa de honrado”, porque en efecto las virtudes no caben en este sistema invasivo de la lenidad que ha trastocado la convivencia social.
Lamentablemente la tecnología e informática, han desplazado a la formación familiar y los medios de comunicación, la TV, Internet, teléfonos inteligentes, etc., son sustitutos perniciosos de la moral y buenas costumbres. Se ha escogido de esos elementos, que pudieran y son maravillosos medios de aprendizaje como un reemplazo de esas posibilidades, para absorber con la pornografía y la promiscuidad, la mente del niño, jóvenes y hasta adultos, induciéndolos a la violencia, el desastre sexual y hasta el delito. Esa es la Venezuela negativa, dejada a su triste suerte.