“La vida en Caracas no es vida”

Salomón Rondón se sinceró en una entrevista con el diario británico The Guardian sobre cómo es venir a Venezuela y pasar tiempo con su familia. El delantero del West Bromwich Albion dijo que cuando visita a su familia en Caracas no sale por temor a ser secuestrado o asesinado

Salomón Rondón está feliz en Europa, no hay dudas.

El delantero del West Bromwich Albion, equipo de la liga Premier inglesa, no olvida sus raíces pero está claro que la difícil situación socioeconómica que se vive en Venezuela complica muchísimo la posibilidad de visitar el país y hacer una vida normal, especialmente si se es reconocido y se tiene un estatus económico muy por encima del ciudadano de a pie.

Rondón, nacido en la popular barriada caraqueña de Catia haca ya 26 años, se sinceró en una entrevista con el diario británico The Guardian sobre cómo es venir a Venezuela y pasar tiempo con su familia.

“La vida en Caracas no es vida. Te persigue la incertidumbre de si un día te van a matar, si vas a salir a trabajar y no volver a casa”, dijo. “He vivido en Caracas pero como jugador nunca trabajé allí, sino en una ciudad cercana, porque me daba la oportunidad de respirar. La capital es un caos. Y ahora es peor”.

El goleador vinotinto, que ha tenido pasantías por el fútbol español y ruso, cuenta cómo le afecta la seguridad de los suyos en la capital venezolana, una de las ciudades más violentas del mundo. 

“Cuando vivía ahí, no estaba tan mal, pero ahora ya no se puede vivir allí. Mi familia está en Caracas y me preocupo por ellos; hablo con ellos todos los días, para saber si están bien. Estoy siempre mirando las noticias en Twitter, esperando a ver si ha pasado algo”, narró a The Guardian.

Vivir en el “anonimato” o simplemente no salir y compartir en casa es la mejor opción para Rondón, que por ser famoso y cobrar en moneda extranjera, algo muy apetecible para la pudiente y poderosa delincuencia venezolana, lo convierten en un blanco fácil para secuestros y extorsiones.

“Nunca mezclo a mi familia con mi trabajo. Muy poca gente sabe quiénes son. Trato, en la medida de lo posible, de que no los vean conmigo, sobre todo en Venezuela. Es difícil, es un gran sacrificio. Si estoy con ellos, es siempre en casa. Nunca salimos, y me tengo que esconder cuando entro. Trato de no llamar la atención en absoluto cuando los visito. Ellos están orgullosos de lo que hago y los ayudo como pueda, pero prefiero tenerlos vivos y hacer ese sacrificio. No quiero que nadie sepa quiénes son mis hijos y mi mujer. Hay riesgo de que los secuestren, y no quiero que corran ese peligro”.

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