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“Fue horrible, no podía dormir bien y lloraba todas las noches pero nadie me escuchaba”, fueron las palabras de Zarais Gómez, de 16 años, quien por 21 días estuvo internada en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Universitario de Maracaibo (HUM), combatiendo el Síndrome de Guillain-Barré (SGB), una complicación neurológica que los médicos presumen que la ocasiona el virus del Zika.
La Verdad fue hasta la casa de la joven, en el sector San Jacinto de Maracaibo, conversó con ella y su familia sobre su vida antes y después del SGB.
Delgada, ojerosa y con vendas en su cuello tapando la traqueotomía, Zarais contó que es la menor de cuatro hermanos y fue la única en contraer el síndrome viral. Al intentar hablar, el aire proveniente de la perforación era lo primero que se escuchaba antes que el sonido de sus palabras.
Aseguró que era una adolescente promedio, estudiante del quinto año de bachillerato, salía ocasionalmente con sus amigas, disfrutaba de la compañía de sus hermanos y cuando nadie miraba era una bailarina entusiasta en la intimidad de su cuarto. Ahora se ve postrada en una silla de ruedas, sin libertad de movimiento, dependiente de su madre para desplazarse, aunque los médicos son optimistas con la recuperación.
En la UCI
Deisy González, madre y ama de casa, relató el traumático proceso por el que pasó su hija. Los síntomas del presunto virus del Zika aparecieron la primera semana de enero. Dolor de cabeza, sarpullido en la piel, dolores musculares en aumento fueron los fieles compañeros de Zarais por tres días. Otros tres días después de superados los síntomas iniciaron los entumecimientos de los miembros. “No se podía mover con libertad y cayó al suelo en dos oportunidades al intentar andar, ahí fue cuando la llevé a la emergencia, nos dijeron que era el Guillain-Barré y nos enviaron al HUM, que es donde tienen todo para tratar los casos”.
Ingresó a la emergencia del HUM el 17 de enero, para entonces la niña no podía comer, hablar, o moverse. Tres días después fue enviada a la (UCI) de adultos del cuarto piso y fue entubada de inmediato. Tras 13 días de entubación, los médicos decidieron practicarle una traqueotomía para evitar una infección.
Zarais nunca perdió la consciencia. Con dificultad habló sobre la experiencia: “Yo estaba tranquila pero había días en los que lloraba mucho porque me quería ir y me molestaba con las enfermeras porque quería hacer las cosas yo sola pero no podía y a veces ellas no me hacían caso”.
Recuperación
En su estancia, sus familiares buscaron por todos los medios las medicinas e insumos para el tratamiento, además de ganarse los favores de las empleadas de salud para garantizar una atención adecuada. Gracias a la insistencia de sus padres, la joven de 16 años recibió cinco sesiones de plasmaféresis (recarga plasmática) y su mejora, aunque lenta, fue segura. Pasaron 21 días de dolor emocional y físico hasta que pudo respirar por sí misma, desconectada del ventilador y dada de alta.
Aferrados a su fe cristiana, dan gracias a Dios todos los días por el progreso de la adolescente. Deisy González manifestó su alegría: “Para mí fue un milagro de Dios, nadie creía que se iba a salvar y gracias a Dios tuvimos el apoyo para conseguir todas las cosas”.
Según las consideraciones del resto de sus familiares, no todos los pacientes cuentan con los recursos para garantizar su mejora del síndrome neurológico, por ello, que la niña recibiera las intervenciones inmediatas marcó la diferencia entre la vida y la muerte.
Ahora Zarais es sometida a terapias de movimiento y tratamiento con electricidad para estimular sus miembros. A semanas de su salida del hospital, puede dar algunos pasos. La joven envió un mensaje a las personas que pasan por el mismo proceso que ella: “Hay que tener mucha fe y paciencia. Yo a veces no tengo mucha paciencia (risas) pero tengo fe”.
26 mil bolívares le costó a la familia un catéter.