Maduro irrespetó al pueblo venezolano, a quienes viven aquí sometidos a la tortura de su régimen y a los más de cuatro millones que han huido de este desastre al desconocer la tragedia humanitaria que vive Venezuela
No puede calificarse menos que un verdadero show mediático la presencia de Nicolás Maduro en la Asamblea General de las Naciones Unidas, a cuya tribuna se presentó a “decir las verdades sobre Venezuela”, según lo expresó unas horas antes de arribar a la ciudad de Nueva York.
Maduro se disparó una intervención que no sé si se le puede llamar discurso, cuya mayor parte del tiempo la dedicó a hostigar a los Estados Unidos, acusándolo de ser el responsable, al lado de otros países de América, de la grave crisis económica, social y política que vive Venezuela.
Maduro irrespetó al pueblo venezolano, a quienes viven aquí sometidos a la tortura de su régimen y a los más de cuatro millones que han huido de este desastre al desconocer la tragedia humanitaria que vive Venezuela, negándola de plano, y minimizar la exacta dimensión de esta catástrofe expresando que no hay tal crisis, sino que es producto de una invención.
Veamos esta perla de Maduro en la ONU: “Venezuela es sometida a una agresión permanente en lo mediático. Se ha tratado de establecer un expediente para pretender una crisis humanitaria y justificar la intervención”.
A quién pretende engañar Nicolás Maduro con sus “verdades” de que en Venezuela no existe crisis humanitaria en alimentación y salud, con una inflación que no tiene parangón en ninguna parte del mundo, que convierte en añicos los sueldos y salarios de los trabajadores que apenas alcanzan para medianamente sobrevivir algunos días.
O es que los venezolanos pueden darse el lujo que él se dio en Turquía, con su primera combatiente, de tragarse unos buenos toletes de carne, que según los entendidos costaron un ojo y parte del otro.
Maduro no se conformó con atacar a los Estados Unidos, sino que tuvo la cachaza de implicar a México, Colombia y Chile en las personas de sus cancilleres y embajadores, en la planificación del atentado del 4 de agosto en la avenida Bolívar de Caracas, planificado, según sus palabras en tierras gringas.
Pero no había terminado bien los ataques contra los Estados Unidos, emulando un poco a su difunto padre putativo, Hugo Chávez, en el propio corazón de la gran nación del norte, allí mismo en la ONU, comparó a George Bush, presidente en ese entonces, con el mismo diablo. “Aquí huele a azufre”, cuando invitó a Donald Trump a tener un diálogo.
Mi difunta madre acostumbraba a decir ante situaciones de personas que hacían todo tipo de cosas incoherentes, que les faltaba una tuerca en el cerebro.