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La tarea que se cumple en Venezuela es de liberación. La libertad recupera su ancho sentido y se convierte en la palabra mágica para enrolar en la lucha a esta nación harta, dispuesta a darlo todo en el empeño de poner punto final a la tiranía. Con el Carnaval acabaron de caer las pocas caretas existentes. No hay disimulo posible, ni creíble. Es una batalla definitiva de la democracia contra la dictadura, de la honradez integral frente a los corrompidos corruptores que usan y abusan del poder. Se trata de una vuelta a los principios fundamentales que nos alimentaron en la política desde muy temprana edad.
Hoy el mundo comprende mucho mejor que ayer la naturaleza de la lucha que estamos librando. Por eso la solidaridad internacional crece en todos los rincones del planeta. La semana pasada tuvimos la importante visita de dos calificados premios nobel de la paz. Lech Walesa, expresidente de Polonia y Oscar Arias, expresidente de Costa Rica, acompañados de Nontombi Naomi Tutu, cuyo padre también lo fue. La reunión especial de la Asamblea Nacional para recibirlos y escuchar el mensaje, fue una clara demostración de cuánto estamos diciendo.
Llegamos al final de un ciclo. El más negro y sucio de nuestra historia. El país pide en todos los tonos y sectores, el cambio de régimen en el menor tiempo posible. Si Maduro y el Alto Gobierno tuvieran una mínima dosis de decencia y amor por Venezuela, estarían facilitando las cosas. El cambio es inevitable. Tratamos de evitar la violencia y aspiramos al menor trauma posible para un pueblo que ha sufrido bastante. Pero el nivel de violencia, la intensidad de la confrontación está condicionada por el régimen, de manera protagónica. No depende de la oposición.
Vemos con satisfacción como Estados Unidos, la Unión Europea y otras realidades concretas de América y el mundo, ya califican como corresponde a la tiranía existente en Venezuela.
Uno de los problemas mayores no es la violación al Estado de derecho, sino su inexistencia y la falta de políticas para incentivar la vida útil y productiva de las personas naturales y jurídicas. La indiferencia o la “imparcialidad” en este momento, son formas cómodas de complicidad absolutamente inaceptables.
No debemos hacernos eco de rumores sobre lo que es o será la actuación de las Fuerzas Armadas. Tengo la seguridad de que cumplirán con el deber supremo de sostener y defender la democracia, a pesar de algunas manchas que podamos señalar, igual que en el mundo civil.