Llegamos desnudos

Nacimos desnudos, pero al igual que implementamos vestimentas para cubrir nuestros cuerpos, nos hemos acorazado para enclaustrar nuestra humanidad

Una compleja gama de situaciones caracterizan la proyección humana, por las que olvidamos por obvias las condiciones naturales en las que arribamos al planeta y en donde otra cantidad de aderezos, confluyen en obnubilar el alma, para soslayar nuestra débil existencia.

Si nos detuviéramos a pensar sobre la poquedad que somos comparados con el universo, si nos percatáramos de la minúscula partícula que constituimos en la vastedad del cosmos y reflexionáramos sobre los asuntos pendientes que tenemos con nuestros congéneres, probablemente tomaríamos cartas sobre el asunto, abismados por la inmensidad de la creación.

La capacidad sensible, otro atributo de la condición humana, debiera “y eso se espera de la humanidad”, poner en marcha todos los engranajes para rescatar la compasión como expresión de la propia valía, por la que pudiéramos descubrir al ser que estando a nuestro lado, es más que nuestro reflejo y más que nuestra percepción; es la prolongación de la raza, es la continuidad de la especie, es la garantía de la probabilidad de mantenernos sobre el planeta.

Pero es que incomprensiblemente, nos invade la terquedad, el orgullo mal concebido y la prepotencia, para hacer gala de la inaguantable deshumanidad, e irrumpimos en la quietud del espíritu para torpedear la mejor parte de nosotros, aquella que aboga porque no la dejamos salir, es arropada por sentimientos alienantes, que dejan de ser connaturales con nuestra esencia y que avergüenzan nuestra existencia, aunque no lo queramos reconocer.

Se nos va la vida queriendo poseer el mayor número de bienes materiales y dejamos muchas veces a un lado, lo más importante, emprender la tarea de ser cada día mejores personas.

Algunos evocan la súplica al Creador, solícitos de comprensión y de justicia, pero niegan la comprensión a los demás, porque creen que la suya es una causa justa y por encima de ella no ha de haber ninguna otra y equivocadamente emprenden la captura de su verdad, que no necesariamente es la verdad y en la que intereses colectivos deben sucumbir a los particulares en una especie de mundo al revés. 

Hacemos que el aflorar de la bondad humana se nos ponga cuesta arriba y muchas veces nos pavoneamos henchidos jactándonos de nuestra importancia terrena y no advertimos que nada somos, por incapaces de valorar a nuestros hermanos, a nuestro prójimo. 

Nacimos desnudos, pero al igual que implementamos vestimentas para cubrir nuestros cuerpos, nos hemos acorazado para enclaustrar nuestra humanidad, que espera deseosa ser liberada para el encuentro fraterno con todos. 

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