Llegó Mathías

Hoy compartiré con ustedes algunas de las circunstancias que han ido perfilando mi vida. Me sucedió el 20 de octubre de 2017, una criaturita pequeñita llegó para hacerme avanzar un escalón más en la escalera de la vida, porque me introduce en una dimensión desconocida, “modo abuelo”

Decidí tomarme la licencia de escribir sobre mí mismo, cosa que muy raras veces hago, pero como decía el filósofo español, José Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mi circunstancia” y el hecho fundamental a quien nosotros llamamos vida, está formado por circunstancias. 

Hoy compartiré con ustedes algunas de las circunstancias que han ido perfilando mi vida. Hace 31 años, me encontraba en la sala de espera de un hospital, acompañado por mi suegra (abuela). Caminaba de un lado a otro nervioso por el advenimiento de un nuevo ser. Me parece que fuera hoy, cuando una enfermera se me acercó con algo envuelto en sus brazos: ¡Felicidades, señor, es una niña!, me dijo. Yo me acerqué a mi hija, nuestras miradas se encontraron, hubo como un pase de corriente y nuestras vidas quedaron unidas para siempre.

El 31 de octubre de 1989, ocurrió el nacimiento de mi hijo varón, acompañado, como siempre, por la abuela, me encontré con el médico quien ante las complicaciones del parto nos advirtió: la situación es delicada y quizás alguno de los dos no logre sobrevivir, de ser así, ¿qué decisión debo tomar? Ambos estuvimos de acuerdo en que la prioridad debía ser la madre. Afortunadamente nació, sin complicaciones, el ochomesino, era arrugadito como si tuviera más de 100 años y pequeñito, por lo que tuvimos que comprar un muñequito y desvestirlo para ponerle su primera ropita. Afortunadamente, el “firifiri” se disparó y hoy mide 1,92 metros y pesa casi 100 kilos.

El tercer suceso que quiero resaltar es uno ingrato: la muerte de mi esposa. Una de las cosas más dolorosas que me ha tocado enfrentar en la vida y que quizás algún día lo cuente con detalle en mis memorias, porque aun hoy, a nueve años de haber ocurrido ese hecho, no me siento con fuerzas para detallar todo lo que ella sufrió, mientras agonizaba y el derrumbe físico, moral que debió soportar nuestra familia a consecuencia de esa tragedia.

La circunstancia más reciente me sucedió el día 20 de octubre de 2017, una criaturita pequeñita llegó para hacerme avanzar un escalón más en la escalera de la vida. Este nuevo ser me hace sentir extraño e intranquilo, porque me introduce en una dimensión desconocida, “modo abuelo”. Me aproximé a su camita, acerqué mis labios a su carita enrojecida y le susurre al oído, como lo hacía cuando estaba en el vientre de mi hija: ¡Hola, Mathías!  

Se ve que mi voz le pareció conocida porque a pesar del sueño intentó abrir los ojos. Lo cargué y la primera impresión fue muy grata, seguiremos explorándonos mutuamente en los tiempos venideros, tratando de conocernos y reconocernos. Si de algo estoy seguro es de que ese pedacito de carne, hoy tan desvalida, vino a llenar muchos vacíos presentes hoy en nuestras vidas. ¡Dios te bendiga, Mathías! 

 

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