Lo que pasó en el General del Sur después de la explosión

Foto: (Cortesu00eda)

La explosión de la subestación eléctrica que alimentaba al hospital Pedro Iturbe dejó al centro de salud bajo la dependencia de solo dos plantas eléctricas. Ya no pueden alimentarse del servicio público 

Martín Guerrero es obrero de mantenimiento en el hospital Pedro Iturbe, mejor conocido como el General del Sur. Tiene al menos un año trabajando en el centro de salud más grande de San Francisco, la segunda ciudad más importante de Zulia, y sus ingresos no le dan ni para comer. Por eso, decidió dividir su jornada en dos trabajos.

Por eso no solo trabaja en el hospital, sino que también se dedica a vender pimpinas de gasolina en el sector Los Haticos de Maracaibo. Con esto se rebusca, como lo hace la mayoría de los ciudadanos a los que les llora el bolsillo por los bajos ingresos.

La quincena pasada recibió 22 mil bolívares soberanos, el equivalente a un dólar y medio en el mercado negro, el cual mueve a su antojo la economía venezolana.

Desde marzo le adeudan 80 mil bolívares de un bono “especial” que nunca llegó: “Todavía los estoy esperando. Ya no aguanto”.

En la televisión nacional, el gremio de salud, personal obrero y administrativo de los hospitales, fueron protagonistas en 2018 de decenas de protestas en exigencia para mejoras salariales. La mayoría vociferaron con ímpetu que asistían a los centros de salud, a pesar de tener los zapatos rotos, y peor aún, con una comida en el estomago al día.

Martín dice que no quiere pagar el mismo precio. Confiesa que está buscando otro trabajo.

“Antes trabajar en un hospital era considerado un lujo; te codeabas con importantes doctores, profesionales, en cambio ahora, la gente más empobrecida termina trabajando aquí”.

Su labor es hacerle servicios a los aires acondicionados, cambiar bombillos, reparar los ventiladores y puertas, y en esto expone sus manos y cuerpo porque allí “ni nos dan implementos para trabajar”.

Sin botas de seguridad, sin guantes y maniobrando artefactos eléctricos, resulta la formula casi exacta para un accidente laboral, lo que el hospital tampoco cubre, ya que no hay insumos para atender a quien lo necesite. En total, son 35 los trabajadores del área de mantenimiento en el Pedro Iturbe. Todos están en peligro.

“Un día me corté las manos recogiendo unos bombillos rotos del piso 5 porque ni palita tenemos para recoger. Boté mucha sangre, y cuando fui a pedir una gaza, me dijeron que la fuera a comprar afuera”, expresa con indignación.

Recibir apenas 44 mil bolívares al mes lo empujó a dedicarse a la venta ilegal de gasolina como trabajo adicional. De esta manera gana tres veces el sueldo del hospital.

“El Gobierno nacional empuja al venezolano hasta que no puede más, hasta que termina rebuscándose entre lo más cobarde. ¿Tú crees que a mí me gusta pararme debajo de una matica todo hediondo a gasolina pa’ poder comer?”.

El gobernante Nicolás Maduro, cada vez que puede, destaca en sus cadenas nacionales de Radio y Televisión que entrega comida a más de seis millones de venezolanos a través de las cajas Clap, pero en los hospitales, solo les dan ese beneficio a los empleados cuando hay actos gubernamentales.

“Desde hace cuatro meses que no dan la caja. Y la ultima vez duró casi un año para que la entregaran”. Otro motivo más, dentro del desespero, para renunciar al centro hospitalario.

Después de la explosión

Con sus manos corroídas por el combustible, señala un recinto con ventanas rotas, manchones polvorosos negros y grises, alambre de cabilla sobresaliendo por el techo, tubos danzando por el aire y un centenar de ladrillos partidos por el piso: es lo que quedó de la subestación eléctrica que alimenta el hospital.

El pasado 11 de julio hubo pánico en el centro de salud. La explosión de la subestación hizo correr a médicos y enfermeros cuando se prendió en llamas.

Martín, había advertido que esto podía ocurrir, pues de las siete plantas eléctricas que hay, solo están funcionando dos: una para el banco de sangre y la otra, para el resto del hospital.

PetroBoscán, empresa filial de PDVSA en Occidente, provee a tiempo el gasoil para que las plantas eléctricas funcionen. Sin embargo, no les están haciendo cambios de aceites y ni de filtros a las cuatro plantas, lo que produjo que se dañaran tres. Esto lo cuenta Martín, en medio de su rabia.

El hospital el día después

Después del accidente y de la emergencia el Hospital Pedro Iturbe está trabajando con la repetidora de la planta eléctrica. Por la magnitud del incendio se quemaron 12 transformadores y todos los cables. La única planta –de marca china– que hay para todo el hospital, genera mil vatios, según Martín.

No pueden recibir luz de la calle. Están atados a lo poco que resista ese generador de electricidad.

Incluso, Martín responde a los dirigentes gubernamentales que califican de sabotaje estos hechos. “Tengo un año trabajando aquí y nunca ha venido personal de Corpoelec a hacerle mantenimiento”.

Destaca que las autoridades del hospital tampoco dan respuesta. Reclama que se apegan a la teoría “conspirativa de saboteo”.

Y en medio de sus afirmaciones suelta una cifra que genera alarma. Denuncia que el apagón de abril, el cuarto blackout nacional, fallecieron 20 personas: “Hasta amanecieron muertos afuera de la morgue porque no dio abasto”.

Otra calamidad

Además de esto, en el hospital solo funcionan cinco de los 10 pisos; y solo sirve un ascensor que llega hasta el primer piso donde está pabellón.

La explosión de aquel jueves pudo haber matado a Martín, ya que entre sus labores está echarle gasoil a las únicas plantas que funcionan. Agradeció que no hubiera ningún empleado al momento del suceso.

Las condiciones laborales en las que trabaja en el General del Sur representan una bomba de tiempo, del que muchos se quieren salvar.

Martín no se llama Martín, ni su apellido es Guerrero, pero no quiso dar su nombre porque las represalias en su contra.

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