Lo que quiere la gente

En una situación de crisis política derivada del irrespeto a las leyes y el desconocimiento de las instituciones legítimas, como pasa en Venezuela, los dialogantes no interpreten el sentimiento popular

El conflicto es tan antiguo como los problemas entre los seres humanos, aunque tal vez en épocas remotas no se concebía como ahora. Desde que nos congregamos en sociedad, buscamos resolver las situaciones que ponen en riesgo la paz social. La idea de dialogar y lograr consensos en vez de confrontar y generar vencedores y vencidos es objeto de creciente y alentadora aceptación. Para quienes creemos que el diálogo es la mejor alternativa para la resolución de conflictos, esta tendencia es saludable y satisfactoria, especialmente cuando en muchos países vemos a diario las terribles consecuencias de los desenlaces por caminos violentos.

A propósito del diálogo y la concertación en  los conflictos políticos, una importante línea de pensamiento surgió, en la década posterior a 1960, con el trabajo de John Burton, diplomático australiano a quien la Organización de  Naciones Unidas encomendó una intervención como tercera parte en el conflicto greco-chipriotas y turco-chipriotas. Burton propuso un enfoque metodológico que llamó “comunicación controlada”, término desafortunado que fue rápidamente desechado por los eruditos de la libertad de expresión, por camaleones  y aparecidos de oficio, por los que veían peligrar sus negocios en el control de las urnas electorales y en los poderes del Estado.

Sobre las bases conceptuales de esta teoría del diálogo, se lograron mejoras en los conflictos en Chipre, África, Irlanda del Norte y lo pusieron en práctica, a partir de 1968, en los conflictos árabe-Israelí e israelí-palestino. España es otra referencia histórica de cómo el diálogo y la concertación, en una sociedad en crisis, permiten rescatar la paz y la convivencia. En Sudáfrica, el arzobispo anglicano y premio Nobel, 1984, Desmond Tutu, se convirtió en el protagonista de un largo, paciente y exitoso proceso de negociación que permitió erradicar de ese país la lacra del apartheid. 

Lo inadmisible es que en una situación de crisis política derivada del irrespeto a las leyes y el desconocimiento de las instituciones legítimas, como pasa en Venezuela, los dialogantes no interpreten el sentimiento popular. Caso parecido a lo que ocurrió durante las guerras mundiales, donde las potencias se adueñaron de los pueblos más débiles y como resultado corrió la sangre debido a que lo aprobado tras bastidores no fue lo que conocía y anhelaba la gente.

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