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En política sucia es válido el engaño, la mentira, la simulación y el cinismo descarado, como aquello de trasponer en el adversario los propios errores y defectos, vale decir, achacarle al contrario lo que el dictador hizo o piensa hacer. El tristemente célebre Goëbbels, Ministro de Propaganda Nazi del Tercer Reich de Hitler, acuñó 11 principios o reglas de la propaganda, que más luego todos los dictadores, autócratas y tiranos del mundo han seguido a pie juntillas. La Venezuela secuestrada por Fidel y Raúl y ahora por la dupla Maduro-Cabello, no ha escapado a la tentación de aplicar esos 11 principios de la propaganda sucia para poder engañar a la gente y así mantenerse en el poder.
Principio de simplificación y del enemigo único: Exhorta al gobernante a adoptar una única idea, un único símbolo; también individualizar al adversario en un único enemigo. Para Hitler lo fueron los judíos, gitanos y todo alemán que no estuviera de acuerdo con el alocado militarismo belicoso del Tercer Reich. Para Fidel lo fueron los EEUU, mientras que para los revolucionarios bolivarianos la lucha antiimperialista contra Washington, desde luego, no en contra de Moscú o Pekín, los más grandes imperialistas.
Principio del método de contagio: Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo. Los adversarios han de constituirse en suma individualizada.
Principio de la transposición: Cargar sobre el adversario toda culpa, todo desastre que ocurra en el país, mostrándose el régimen dictatorial como un gobierno de ángeles o arcángeles, incapaces de cometer ni siquiera involuntariamente un solo error, ni una sola equivocación. Goëbbles añade: “Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que distraigan”.
Principio de la exageración y la desfiguración: Convertir cualquier incidente, sucedáneo que ocurra en la cotidianidad, cualquier anécdota o noticia, por pequeña e insignificante que sea, en una grave amenaza para el régimen.
Principio de la vulgarización: Goëbbles explica que toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida.
Cuando más grande e ignorante sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar, debido a que la capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa, además de que tienen gran facilidad para olvidar. En la próxima entrega se continuará con los restantes principios.