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Charles Darwin, con sesgo de honestidad encomiable y, acerca de su ponencia teórica de la supervivencia diferencial, declaró que, el proceso ecológico: “supervivencia del más apto”, como término o concepto, no pertenecía a su ingenio sino al de su amigo y colega, Herbert Spencer. Esta actitud propia de los genios y filósofos, demuestra la probidad que el investigador científico otorga a sus estudios, vocación de servicio y seriedad en sus especulaciones acerca de lo que se trabaja.
Para el científico, resaltan dos condiciones importantes, derivadas de una alta tasa de crecimiento que resulta de la competencia entre las especies, y los limitados recursos naturales disponibles; lo cual deviene de una tasa de mortalidad creciente. En consecuencia, algunos individuos sobrevivirán a la lucha por los recursos, y se reproducirán agregando sus genes a las generaciones futuras. Los rasgos que ayudaron a estos organismos a sobrevivir -“selección natural”- se transferirán a su descendencia mediante herencia genética.
Analizando las ideas anteriores, se puede afirmar que el tan cacareado “hombre nuevo” del mal llamado socialismo comunista de Marx, es indudable y ambiguamente un dogma, que desde el siglo XIX ha perturbado la mentalidad de las masas, a las cuales con su demagogia del usufructo, plusvalía y la necesaria muerte del capitalismo ha enajenado la capacidad de progreso y de desenvolvimiento del individuo en función de colectivo; tanto que se ha creado una matriz de holgazanería donde la supervivencia se basa no en la aptitud y habilidad de individuo, sino en la actitud de aceptar un adiestramiento doctrinario, que como motor de supervivencia promueve la sumisión, la vileza e indigencia, o sea: el bachaqueo.
Lo que pretende impartir el Gobierno como educación, no es una disciplina progresista sino una doctrina dogmática, donde incluso, se rinde culto a la personalidad de un pródigo resentido que destruyó el aparato productivo de Venezuela.