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Un chavista de pocas luces (perdonen la redundancia) me embiste llamándome mentiroso, ignorante, por haber citado por este medio, el proyecto del caviar criollo del megalómano Chávez. Indudablemente que este señor ignora que en 2010, el que se creyó eterno, anunció por cadena nacional la firma de un convenio con Rusia para criar en Venezuela esturiones del mar Caspio y así disponer de caviar, el más burgués, lujoso y exclusivo capricho de la más rancia “oligarquía”, en cualquier bodega de la socialista PDVAL.
Todo fue debido a que el intergaláctico se enteró que el caviar comenzó a consumirse en Rusia en la Edad Media, como alimento de los pobres. Lo que no sabía el innombrable, era que luego de la revolución rusa de 1917, la nobleza se refugió en París y poco a poco, las susodichas huevas se transformaron en alimento de la aristocracia.
También desconocerá el iletrado chavista, que el dictador, alimentando su narcisista ego, se creyó descendiente de Moctezuma a través de su bisabuelo, el guerrillero del montón Maisanta, pero una comisión enviada a México acabó con el delirio. De igual manera se dice que los santeros de Miraflores, a través de los huesos profanados en un sacrílego ritual del Libertador, le dieron poder ilimitado al comandante de la revolución bonita, obviamente al parecer por poco tiempo.
La hijita le dijo que el caballito del Escudo nacional estaba “como frenado” y que miraba a la derecha, y él ordenó inmediatamente cambiarlo de posición, sin contemplar las mínimas reglas de la heráldica. Observó a un escolar madrugar para ir a la escuela y modificó el huso horario del país.
Sobrevolaba la selva tupida y allí en un arranque de alucinación, en la mitad de ningún lado, crearía la primera ciudad comunal idílica Arcadia, donde no habría propiedad privada, ni juntas parroquiales, ni alcaldías, ni moneda, ni policía ni nada, sólo gente feliz como en Cuba.
La manía del difunto por figurar no tenía límites. Este fantasioso personaje, en uno de sus desvaríos transformó al oligarca y mantuano Bolívar en socialista y mulato, a Jesucristo en comunista y a Páez en traidor. No se sabe bien la razón, pero en esos tiempos el Gobierno prohibió a los psiquíatras opinar profesionalmente sobre el Presidente. Que oiga quien tiene oídos.