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María Alejandra, de cinco años, luce retraída dentro de su aula de clases en el segundo grupo de educación inicial. La pequeña después de ser una de las alumnas más participativas, juguetona y sonriente ahora se limita a pronunciar pocas palabras a su maestra y casi nada a sus compañeros.
El cambio transcurrió durante el período vacacional. La niña quedó bajo el cuidado de su abuela tras la ausencia temporal de sus padres. Los dos se fueron del país en busca de un mejor porvenir. María Alejandra simplemente refleja la afectación psicológica y psicosocial que arrastra la distancia que ahora la separa de sus progenitores.
Para Cindy Frontano, psicóloga y psicopedagoga, las consecuencias que afronta un niño tras estas separaciones, dependen de su edad y el tiempo de ausencia. Aclara que el estrés de la situación la padece todo el grupo familiar que se desintegra, pero en los niños puede reflejarse con sentimientos de tristeza, preocupación, rabia, rebeldía y llanto sin causa aparente, entre otras emociones. “El infante se preocupa por el bienestar de sus padres. En ellos hacen interrogantes como dónde están, qué hacen y por qué ya no están y esto da pie a la incertidumbre. Se preguntan si regresarán o no y en cuánto tiempo. Es un proceso de complejidad emocional”.
Frontano acentúa como alarmante el sentimiento de abandono que tiende a aparecer entre los menores. Asegura que en algunos casos, según el tiempo de separación y la no comunicación, el pequeño puede ir perdiendo el vínculo afectivo con sus padres y se da la disfuncionalidad familiar.
Flagelo familiar
Gabriela García, socióloga, aseguró que la condición país-crisis ha desarrollado en los últimos años la desintegración de las familias, situación que define como un flagelo de salud pública. Estos casos aumentan de manera significativa, justificados moralmente por el deseo de buscar un porvenir para los hijos, pero que deja graves consecuencias emocionales.
Para la socióloga los padres son la figura base de la familia. Las secuelas traumáticas de poner distancia entre ellos y sus hijos van desde la depresión, ansiedad, angustia, sentimiento de culpa, abandono y ausencia. En la parte académica se evidencia en la falta de concentración, se muestran retraídos, con poca apetencia por la actividad escolar y bajo rendimiento.
Refiere de casos donde el trauma es psicosomático. El niño comienza a presentar poco apetito, algunas fiebres espontáneas, diarreas, dolor de cabeza. “El cuidador debe estar muy atento a estos comportamientos y buscar ayuda profesional a la brevedad posible. Él es un personaje de mucha importancia en este proceso”.
La especialista afirma que los niños igual deben cumplir con las etapas del duelo por la ausencia temporal. Según la teoría del apego ellos dependen de sus padres hasta los siete años, por lo que a su juicio, deben pensar bien la decisión de irse y abandonar a sus hijos, porque comprometen la salud mental y emocional de los más pequeños de la casa. “Es cuestión de hacer una evaluación detallada y consensuada. Considerar el costo-beneficio de una decisión tan importante. Estamos hablando de nuestros hijos y el daño que esto puede acarrear en ellos”.
Recomendaciones
*Explicar con claridad las razones de la ausencia.
*Comunicación constante y efectiva utilizando la tecnología.
*Involucrar y tener la aceptación del niño en el proceso de ausencia.
*Evaluar las posibilidades de atención y responsabilidad del cuidador.
*Dejar en orden documentación y permisología legal del cuidador sobre el menor.