Maduro
Aguas adentro del régimen comunista que acaba con Venezuela, tienen que estar conscientes, y eso les da mucho miedo, que las elecciones parlamentarias del 6-D serán ganadas ampliamente por los candidatos de la MUD, en una proporción que puede superar los seis millones de votos de ventaja a lo largo y ancho de todo el país.
Esa cruda realidad tiene de cabeza tanto a Nicolás Maduro como a Diosdado Cabello, como cabezas visibles del Gobierno, al que el resto de la camarilla roja que ha asaltado el poder en Venezuela, porque ese es el nombre que debe aplicarse a cuanto sucede con los Poderes públicos del país, que se presume gozan de independencia, pero actúan de acuerdo a los designios que le llegan desde Miraflores o la AN.
Y esas son las poderosas razones por las cuales Maduro se niega a que las elecciones parlamentarias se realicen con la presencia de la observación internacional de organismos como la OEA, la ONU y la UE.
La Carta Democrática Interamericana establece el derecho de los pueblos a la democracia y sus elementos y componentes esenciales. Entre esos elementos están los procesos electorales, los cuales tienen características propias, y la observación electoral con una doble dimensión como garantía del derecho de los pueblos a la democracia.
Maduro sin percatarse cae en unas incongruencias que lo dejan desnudo, con respecto al tema de la observación internacional que niega. Recién, fue a la ONU a solicitarle a Ban Ki-Mon, su secretario general, mediación para el problema del diferendo limítrofe con Guyana, pero cuando le preguntan por la participación de ese organismo en las elecciones venezolanas, dice que Venezuela no será monitoreada por nadie. O sea, la ONU es buena para una cosa, pero es mala para otra.
A la OEA, que fue buena para conseguir votos a favor del régimen, cuando fue acusado de violación a los derechos humanos, la vapuleó hace poco: “La OEA tiene 67 años de creada y no sirve para nada. La OEA lo que ha hecho es aprobar invasiones, golpes de Estado” y en su Secretaría General “hay un maleficio” que convierte a esa instancia en “una guarida de conspiración contra los procesos progresistas nobles, revolucionarios y auténticamente populares”.
No se entiende esa actuación de Maduro, cuando la realidad es que la observación internacional se ha convertido en la expresión más visible, del compromiso de la comunidad internacional con la promoción de los derechos humanos y los valores democráticos. Entonces, ¿cuál es el miedo?