Maduro niega salidas democráticas

Pretender instaurar un pensamiento único como lo quiere y desea este bodrio llamado revolución, va en contra de toda condición humana contra el sentido más profundo de la libertad

La resistencia del régimen comunista y dictatorial, montado en Venezuela por ese engendro que se llamó Hugo Chávez, a entregar el poder al llegar a la impopularidad que hoy ostenta, la vengo anunciando en mis artículos desde el mismo comienzo cuando fue investido como Presidente de la República por el voto de este desprevenido pueblo que sucumbió ante sus fraudulentos ofrecimientos y el disfraz democrático que se colocó para cautivar el voto de los venezolanos.

Ya en el año 2007 en un trabajo publicado bajo el título de: Estulticia constitucional, razonaba que el régimen de Hugo Chávez no permitiría una salida democrática a Venezuela. Con sus dádivas que le permitía el aumento acelerado de los precios del petróleo, pretendió voltear la ecuación lógica de toda nación civilizada como es que el Estado vive de los ciudadanos que pagan oportunamente sus impuestos y estos les son retribuidos en excelentes y funcionales servicios públicos y seguridad de sus personas y sus bienes.

Hugo Chávez quiso poner a la nación a vivir del Estado para tenerlos como clientes de su alocado e irracional proyecto ideológico, en la creencia que los precios del crudo estarían siempre elevados, sin tomar en cuenta que el aumento de ese momento obedecía a una coyuntura similar al de otros períodos, como siempre ha ocurrido con el negocio petrolero.

Opinaba que seguiría realizando elecciones hasta el momento cuando estuviera seguro de ganarlas, e incluso, dispuesto a perder gobernaciones y alcaldías porque lo importante era mantener el manejo disoluto de las riendas de la Presidencia de la República, desde donde se encargaría de ahogar a las entidades regionales y municipales presupuestariamente.

El tiempo me ha dado la razón. Hoy día, su más aventajado alumno en lo referente al irrespeto de la Constitución, la cual pisotean y manosean a su antojo, se ha encargado de presentar la cara más despótica, arbitraria e irresoluta del mal llamado proyecto bolivariano revolucionario, al negarse a aceptar la realización del referendo revocatorio establecido en el artículo 72 de la Constitución y promovido por el propio Hugo Chávez para que fuera incluido en el texto sagrado de la nación por la Asamblea Nacional Constituyente del año 1999.

En ese desafuero lo acompañan en comandita el inefable Tribunal Supremo de Justicia y su malhadada Sala Constitucional, el innombrable Consejo Nacional Electoral, el de las cuatro alegres comadres del régimen, instituciones que gestionan y que es para tenderle al Presidente las sábanas donde viola la Constitución permanentemente.

Los venezolanos necesitamos recobrar la institucionalidad del país y, sobre todo, ese sentido de convivencia que nos permitió que avanzáramos en todos los órdenes durante el siglo XX, para la realización de los sueños, de los grandes ideales y de los grandes proyectos que cada uno de nosotros, ya como personas independientes o como miembros de instituciones tenemos que ofrecer y dejar a las generaciones futuras.

Pretender instaurar un pensamiento único como lo quiere y desea este bodrio llamado revolución, va en contra de toda condición humana contra el sentido más profundo de la libertad. Es lo más perverso de regímenes totalitarios que en su mayoría quedaron en el pasado más ominoso de la historia, pero que todavía perviven en algunas sociedades como son los casos de la Cuba comunista, la misma Rusia de Putin, de la Venezuela que pretende construir la revolución y otros pocos países dominados por la terrible y opresora ideología marxista.

Pero no podemos permitir que se nos esclavice. Este pueblo tiene que dar la cara a las intenciones totalitarias del régimen de Maduro. Si nos quitan las vías democráticas de lograr el cambio que anhela la casi totalidad del país, mediante revocatorio de mandato, enmiendas constitucionales para reducir el mandato presidencial y demás salidas democráticas, entonces queda la calle aún a sabiendas que nos pueden mandar a masacrar, pero finalmente cae el régimen como ha sucedido ya en otras latitudes. Y el mejor ejemplo es Rumanía con la caída de Nicolás (vaya casualidad de nombre) Ceaucescu, quien ordenó asesinar al pueblo en la calle, y finalmente el propio ejército que mató a miles de rumanos terminó ejecutándolo a él por sus crímenes.

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