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Latinoamérica, lleva en sus entrañas un hilo comunicativo, manifiesto en las acciones colectivas de cada uno de sus países. Remontemos a la Independencia y veremos cómo ese fuego se propagó casi simultáneamente en este continente. Igual sucede hoy, las sociedades latinoamericanas están encendidas por procesos de manifestaciones y protestas de diferentes aspectos, teniendo en común la insatisfacción por los gobiernos de turno. Exceptuando a Cuba, por su régimen criminal y la vocación colectiva de esclavos de sus pobladores. La inconformidad es activada por el medio que el ser humano siempre ha utilizado: la protesta. Pero, no satisfechas las reclamaciones, el camino a tomar es otro.
Colombia y Santos, ven como consecuencia de los arreglos con las FARC, un territorio plagado de huelgas y manifestaciones. El estigma de ser acusado de terrorista se extinguió, pues la guerrilla se regodea en sus avances en Cuba. Venezuela está acumulando energías negativas generadas por más de 16 años de insatisfacción, demagogia, engaños, carencias y un empobrecimiento moral y material, nutrido de corrupción e impunidad, que se avala con la toma de posesión de todos los Poderes Públicos por parte del Ejecutivo nacional y el desconocimiento de la Constitución al existir un contubernio diabólico entre Presidente y Poder Judicial, que permite burlar y pretender desconocer la voluntad popular depositada en la Asamblea Nacional.
Esos ingredientes tienden a la necesidad de protestar y reclamar el respeto a la ciudadanía, más aun, a exigir que el mecanismo constitucional del revocatorio presidencial se cumpla. Negar esta posibilidad, es verter combustible social en una situación de difícil manejo. Hurgar en la historia es tarea de todos. La suma de voluntades y las penas acumuladas llenaron a Francia de ríos de sangre, en la Revolución Francesa, al sustituir el diálogo y la fraternidad por la guillotina. Es el temor que sentimos en el presente; ver con pesimismo cómo la anarquía, el peor y más dañino de los males sociales, puede apoderarse de Venezuela y cuando esto sucede, el futuro es impredecible. Las bandas armadas del régimen, los militarotes y esbirros, podrán asesinar en las protestas, pero no podrán extinguir el fuego incontenible de masas que adquieren personalidad propia.