La ciudad de Maracaibo solo medio funciona desde el mercado negro y la readaptación de las rutinas ciudadanas llevadas a niveles de precariedad extrema y sobrevivencia. Hoy, Maracaibo es solo un recuerdo de una civilización ya perdida porque solo hay escombros
La crisis venezolana ya es hoy un genocidio en curso y sus habitantes sienten que fueron extrañados de su misma patria sin necesidad de salir de ella. Es de tal magnitud esta tragedia histórica que hay entidades como el Zulia y su capital: Maracaibo, que hoy viven en una oscuridad perpetua. El régimen sacó al Zulia de la interconexión con el Guri, porque somos una tierra muy calurosa, y además, sacrificables, junto a otros estados como Falcón, Mérida, Táchira, Anzoátegui y otros más para garantizar que la capital Caracas tenga la poca electricidad que aún queda las 24 horas del día.
El que llegue a pensar que Caracas es Venezuela y el resto “monte y culebra” hoy ya no se le puede objetar. El régimen se atrincheró en la capital y teme a las oleadas de los barrios y sus saqueadores: los mismos que inmortalizó en la “gesta” del 27 de febrero del año 1989. Las protestas en el resto de los estados del interior en Venezuela, que son muchas y endémicas, han sido invisibilizadas por el monopolio comunicacional y la propaganda al mejor estilo de Orwell en su distopía: “1984”.
¿A qué se debe el ensañamiento con los zulianos? ¿Por qué se nos raciona sin orden ni concierto desde hace ya más de 10 años la electricidad? ¿Por qué hoy tenemos que padecer solo cuatro o seis horas de electricidad al día y el resto de las horas nos la quitan? ¿Por qué se nos pide un sacrificio inhumano a los ciudadanos si quienes dañaron irreparablemente el sistema eléctrico nacional son nuestros mismos torturadores? El nuevo ministro de la Energía Eléctrica en su primer anuncio nos dice que: “el plan de racionamiento de Nicolás Maduro podría abarcar de 30, 60, 90 días a un año”, es decir, siempre. La improvisación e irresponsabilidad en todo su esplendor.
Maracaibo, no solo fue un emporio comercial importante a mediados del siglo XIX a través de su puerto, sino que fue la primera ciudad de Venezuela con contar con alumbrado público en el año 1888. Además, se convirtió en las primeras décadas del siglo XX en el epicentro de la riqueza petrolera a través de una pujante industria. El Puente sobre el Lago nos daba un lustre especial de modernidad junto a una identidad: la del marabino, cuyas señas se sustentaban en la exaltación de un gentilicio que denunció sin miramientos las prácticas depredadoras de un centralismo monopólico. Hoy, Maracaibo es solo un recuerdo de una civilización ya perdida porque solo hay escombros.
El castigo de la electricidad no viene solo. Hay que agregar la falta del agua, estamos hablando de meses; las gigantescas colas de la gasolina; la omisión del aseo urbano; la desconexión con el mundo; el deterioro de la vialidad; el colapso del transporte público; el desplome de la actividad comercial; la eliminación del salario y por ende del valor del trabajo; el cierre de escuelas y universidades; la desaparición del ocio y el esparcimiento; el deterioro de la infraestructura hospitalaria y paremos de contar. La ciudad de Maracaibo solo medio funciona desde el mercado negro y la readaptación de las rutinas ciudadanas llevadas a niveles de precariedad extrema y sobrevivencia.
El marabino hoy vive encerrado en un gran gueto y transcurre sus días como hojas rotas y muertas desde una desesperación flagelante, ya que nunca imaginó llegar a esta regresión pasmosa en el tiempo histórico. Y sospecha que el daño es irreversible y que se seguirá profundizando mientras la actual hegemonía en el poder se mantenga. Es por ello que la situación no solo es inédita, sino básicamente la historia de una infamia.