Ingeniosas propuestas marabinas impulsan el coworking, un espacio de trabajo compartido e inspirador que promueve y fomenta la cocreación, la comunidad y el valor añadido
Paralelamente a largos meses de terror desde el histórico apagón del 7 de marzo, pero fiel a su histórica cualidad creativa, Maracaibo era testigo del surgimiento de pequeños oasis; emprendimientos destinados a ofrecer una realidad completamente diferente y enfocados en soluciones integrales.
Tales iniciativas promueven una práctica entre trabajadores freelance, es decir, de manera remota a través de internet, extendida a lo largo y ancho de los Estados Unidos y Europa, mayormente. Se trata del coworking o el cotrabajo, un mantra bajo el cual se unen en un mismo espacio profesionales de diferentes sectores de actividad, respetando su autonomía y al mismo tiempo tejiendo redes de valor entre ellos.
Cocreación, comunidad y valor añadido
Siguiendo esa idea, Enrique Ordoñez, fundador de la propuesta marabina Urbawork, añade que este modelo surgió de la necesidad de optimizar recursos, como la infraestructura, la electricidad o el internet. Además, sostiene que a raíz de ello existe el valor agregado del coworking: hilar relaciones entre las personas que lo frecuentan. “Es básicamente un lugar donde se comparten ideas, espacios y valores”, puntualizó.
Por su parte, Antonio Fidilio y Michele Casarin, padres de la marabina Workinn, sostienen que se define “en el compartir y el colaborar dentro de una comunidad laboral constituida por miembros de diversas áreas profesionales”.
Un concepto que radica en la construcción en conjunto de nuevos proyectos e ideas. Así lo señala Laura Nieto, asesora de servicios en Workcreando, una iniciativa local.
Diatriba entre la comunidad o los recursos
Una economía en picada llevó a los venezolanos a lanzarse al mercado freelance, es decir, a distancia. Laptops, teléfonos, libretas y bolígrafos colmaron las mesas de los cafés y restaurantes en la ciudad, sin embargo, estos establecimientos no están preparados ante tal uso circunstancial.
Así lo sostiene Ordoñez, responsable de Urbawork. “Muchos creen que los cafés y las casas son ambientes propicios para trabajar, pero allí ocurren muchas distracciones”.
En cambio, las plazas de coworking están conceptualizados. Son ambientes creados específicamente para conectar con personas, que independientemente de su vínculo profesional, puedan aportar ideas para labores propias o iniciativas en conjunto. Incluso, bajo el actual contexto nacional, son una “forma de construir país”, detalla Laura, de Workreando.
“Son espacios que te invitan a la concentración y por ende a la productividad”, comenta el dúo encargado de Workinn. Estos ambientes son propicios para el desarrollo y el crecimiento personal de los usuarios generando en ocasiones hábitos, disciplinas y una mejor actitud al trabajo gestionando el tiempo según las necesidades individuales.
Bajo esta premisa, estos centros están equipados con la mayor comodidad y eficiencia en recursos, contando con cafeterías, estaciones rotativas, plantas eléctricas y varios proveedores de Internet para que las desconcentraciones no estén contempladas.
En ese punto radica la fina línea que separa a las firmas marabinas. ¿El usuario se identifica con la comunidad o con la eficiencia de las herramientas? “El internet, la seguridad o la electricidad son factores secundarios; lo más importante es la comunidad”, enfatiza el representante de Urbawork.
Este ideal originario se ve comprometido, al menos en el caso regional, a raíz de una cualidad hermana de nacimiento. Al compartir el espacio, los usuarios se olvidan de gastos como infraestructura, servicios básicos o el mismísimo internet. Para combatir esta consecuencia del presente mercado, los coworkings realizan talleres, eventos o dinámicas, que permitan aumentar la fidelización del cliente con la colectividad, espantando los fantasmas de una posible vinculación por dependencia a los productos.
¿El trabajo compartido es para mí?
Un espacio de coworking revoluciona la manera de trabajar a la que muchas personas están acostumbrados. Estos centros colaborativos rompen los esquemas tradicionales de las oficinas cerradas, silenciosas y aburridas; ofreciéndole al público ambientes llenos de dinamismo, con un maná constante de ideas, pero, sobre todo, de responsabilidad.
“Un coworking es para todos”, propone inclusivamente Ordoñez, quien agrega que existen personas que no lo creen así porque están acostumbrados a que nadie aporte sobre sus proyectos y, por consiguiente, no entienden la visión del trabajo colaborativo.
Lo cierto es que en la intimidad radica otro factor de valor a la hora de apostar por un hub de ideas. Existen personas conservadoras que prefieren su pequeña privacidad dentro de un cubículo o dentro de su oficina en casa, en donde la burbuja de ideas sólo flote sobre sus hombros.
Ante este inherente factor de reserva, estos emprendimientos, por citar, Workinn, han apostado por salas de conferencias o salones privados que agrupan a colaborativos que deseen trabajar en conjunto o a miembros de alguna empresa.
Otra causa que puede irrumpir al momento de aventurarse a un coworking es la diversidad de profesionales que pueden encontrarse dentro de estos espacios, donde es posible que en muchas ocasiones no exista un match entre ellos.
Ordoñez apunta a que debería existir una segmentación de usuarios. Su propuesta está dirigida mayormente para comunicadores sociales o diseñadores gráficos. “Muchas veces las personas no comparten los mismos rubros o intereses, por lo cual no va a haber compatibilidad entre un abogado y un programador”.
Aunque la teoría se encause hacia esa premisa, los coworkings están conceptualizados para compartir y si bien en primera instancia no se pueda ver un lazo entre ambos, ¿Qué pasaría si el abogado está buscando a algún programador para construir su sitio web de asesorías?
Lo irrefutable del caso es que estos ambientes llenos de colaboración están diseñados para profesionales independientes. Aquellos que son capaces de gestionar su tiempo y requieren de espacios llenos de recursos para materializar sus ideas, las cuales, compartidas o no, le sumarán valor a una sociedad que las necesita.
Continuar apostando al emprendimiento y al país
Idear lugares tan bien conceptualizados para profesionales freelancers resulta complicado de imaginárselo ante la difícil situación que afronta la ciudad en cuanto a las crisis económica, social y eléctrica.
“Nuestro entorno está rodeado de profesionales a los cuales se les hacía cuesta arriba realizar sus trabajos ante esta coyuntura”, explica la dualidad fundadora de Workinn. “Habiéndonos percatado de esta necesidad, planteamos la idea de emprender para brindar este servicio a la ciudad”, confiesan.
Laura, por su parte, cuenta la historia de Workcreando, surgido ante la misma coyuntura. “Toda la situación de la ciudad empezó a alterar la manera en la que las personas producían y allí surgió la idea de crear este espacio, del cual ya se contaba con la infraestructura”, detalla.
Desmarcándose de las consecuencias de la crisis, Enrique Ordoñez relata que Urbawork surge por la necesidad que tenía Maracaibo de “una movida y de un sitio en donde las personas fueran a hacer networking de manera constante y continua”.
La experiencia de conocer emprendimientos similares en el exterior para Casarin y Fidilio o visitar la sede de ImpactHub en Caracas por parte de Ordoñez, los llevó a comprender exactamente cómo funcionan los coworkings con el fin de emularlo en su ciudad natal.
“El emprender en Maracaibo es una experiencia maravillosa, pues desde el inicio se siente el apoyo de tus amigos, familiares y allegados, quienes son los primeros en hacer los aportes con el fin de lograr la excelencia”, confiesa la pareja encargada de Workinn.
Una unión que desde Workinn estimulan a forjar nuevamente. “Trabajemos en el desarrollo de una consciencia colectiva dirigida al progreso, al fortalecimiento de valores de respeto y de pertenencia. Seamos todos coworkers y emprendedores en la reconstrucción del país”.
Creyente del valor tácito del cotrabajo en la colectividad marabina, Ordoñez señala que es el momento de apoyarnos mutuamente. “Tenemos que rescatar los sellos ‘Venezuela siempre hace cosas buenas’ y ‘Maracaibo es una ciudad tecnológica’. Apostemos a los proyectos siempre motivados por el colectivo. Del éxito individual va a depender el éxito en conjunto de la ciudad y el país”.
“Tenemos el objetivo de cumplir con la ciudad”, enfatiza responsablemente la asesora de Workcreando. Una ciudad que se ha hecho grande por medio de su ciudadanía visionaria, la cual ha practicado el coworking desde tiempos lejanos.
El trabajo colaborativo está implícito en las calles empedradas de la urbe marabina. La ciudad seguirá apostando a la innovación, al fin y al cabo, está en su sangre. Maracaibo ha evolucionado y lo seguirá haciendo a través del coworking.