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Es un genio. Esa pasión con la que impregna cada palabra, no puede ser más que la manifestación tangible de una mente privilegiada que eligió a Maracaibo como casa, como musa y como todo.
Su nombre es Ronald González. “Ese Ronald termina en ele de y el González con dos zetas y acento en la a”, puntualiza mientras escribe cada indicación en el aire con el índice derecho, a sabiendas que los nombres y apellidos no tienen ortografía, luego se ruboriza y sonríe. “Disculpe, así soy yo”.
Vino a hablar de Maracaibo. “No sé cuál será el enfoque, pero yo sé muchas cosas de la ciudad”, y en verdad lo sabe. En unos 40 minutos se paseó por fechas, historia y anécdotas, aderezadas con vivencias y opiniones, unas duras, otras jocosas, pero todas reales y tan humanas como la vida misma.
Su profesión de periodista, título que obtuvo en la Universidad del Zulia en 1996, lo acercó a lo cotidiano y lo dotó de una exactitud milimétrica para el relato. Sin embargo, cuando se apasiona las manos le tiemblan, la creatividad le toma la delantera y lo acerca al borde de una demencia que él reconoce y acepta sin vergüenza.
“Soy obsesivo compulsivo y tengo delirios. Usted recuerda el Hilo Musical, pues yo, en mis delirios, veo a Maracaibo envuelta en música. Quiero que cada plaza y cada calle de Maracaibo tengan música selecta”, comenta, y la vena que atraviesa su frente se hace cada vez más evidente y se torna azulada cuando sentencia “quiero ser alcalde”.
Proyectos útiles
Como la primera figura de autoridad municipal, Ronald estaría dispuesto a colocar Hilo Musical en cada espacio público de Maracaibo y también crearía el mapa de los huecos de la ciudad, para dotar de un manual a los conductores y transeúntes y resguardarlos de caer en una tronera. “Sería una guía muy útil”, admite con una sonrisa donde cabe mucha complacencia.
También apostaría por instaurar momentos diarios de silencio colectivo, “porque el silencio es importante para pensar, reflexionar y desestresarse. Yo no soporto el estrés”, admite, y su mirada se pierde por fugaces segundos en un recuerdo. Sacude la cabeza, abre los ojos ciegos de lucidez y lanza como un decreto: “El pito de la Regional, que suena entre semana, lo pondría a repicar los domingo a las 6.00 de la mañana, para que la gente se levante con alegría y vaya a misa. Además, yo vivo cerca y me levanto temprano todos los días”.
¿Secretos?
En busca de una manera de puntualizar tanta sapiencia surgió la interrogante: ¿Qué secretos conoce de la ciudad? Un aplauso seco y un frote de manos antecede a la sentencia: “Maracaibo no tiene secretos, lo que pasa es que la gente no lee y no conoce la historia, pero para responder a su pregunta le digo que el primer secreto es que existe un libro que se llama 10 secretos ocultos de Maracaibo, escrito por Jinderson Quiroz”.
Un poco más de desvarío y la voz adquiere ese tono ronco de las confidencias. “La plaza que está frente al Bicentenario de 5 de Julio se llama Gustavo Risquel, en honor a un jugador de ajedrez zuliano, quien, por cierto, fue asesinado en el bar La Princesa que quedaba por la Plaza Bolívar”.
Continúa, pero salta el relato a las ninfas alegóricas de la Plaza Bolívar, pasa por algunos comentarios muy personalísimos sobre su vida, su salud, sus quebrantos y más adelante retoma el hilo de la pregunta. “Bueno, y otro secreto es que el Puente sobre el Lago se construyó con cemento Mara y no con cemento Catatumbo, y se usó piedra caliza de isla de Toas”.
La última confidencia tuvo un matiz de denuncia. “Hace como un mes se robaron la placa de la Electric Light Maracaibo, que estaba en el centro, por la Libertador, cerca de donde paran los carros de El Milagro, yo lo sé porque paso por ahí y me fijo en todo. Seguro se la llevó un chatarrero que cambió un pedazo de historia por dos huevos fritos”.
Para aclarar
Como comentario, para aclarar dudas que puedan surgir del relato, la noche del 23 de octubre de 1888 fue la primera vez que Maracaibo tuvo luz eléctrica, en la víspera de la conmemoración del primer centenario del natalicio del general Rafael Urdaneta. El 24 de octubre de 1888, Maracaibo se convirtió oficialmente en la primera ciudad venezolana iluminada con energía eléctrica, la segunda en Latinoamérica. El 4 de junio de 1889 se funda en Nueva York The Maracaibo Electric Light Co. El 24 de octubre de 1889 se inaugura el alumbrado incandescente de The Maracaibo Electric Light Co., donde hoy está la subestación Libertador, en un terreno cedido por la municipalidad para la producción de electricidad desde el 2 de junio de 1888, donde hoy está la avenida Libertador.