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Quisiera iniciar señalando que no soy partidario de las divisiones como herramienta para hacer política al estilo medieval según el pensamiento de Maquiavelo. Sin embargo, la tendencia contemporánea de mejorar la gestión pública impulsa la aplicación de métodos democráticos para profundizar la eficacia en el marco del proceso descentralizador que la carta política de cada Estado así lo determine.
Sin ánimos de causar polémica, dentro de las ciencias políticas y formas de gobierno no dudo en señalar que el modelo dibujado en nuestra Constitución apunta a que somos un Estado Unitario Descentralizado en donde existe un polo de impulsión política fuerte que descansa en la persona del jefe del Estado que además es el jefe del Gobierno, pero que posee otros centros de impulsión del poder ejercido por las autoridades regionales y locales en cada una de las dependencias federales de la República.
En el caso de Maracaibo la situación es un tanto distinta en relación con otros municipios del Estado nacional. Maracaibo posee una personalidad disímil que lo convierte en un referente cultural, social y político determinante en la política central hasta el punto que durante mucho tiempo lo que se decide en Maracaibo influye en lo que muy probablemente ocurra en el resto del país.
La realidad de la Maracaibo de hoy es diferente. El maracaibero del oeste sufre una serie de obstáculos, dificultades y complicaciones sociales que seguramente el que vive en el resto del territorio municipal no padece, y es que las políticas públicas de desarrollo se han apuntalado a sostener y desarrollar el mejoramiento de la calidad de los servicios públicos donde la ventaja electoral determina la elección del edil.
Maracaibo reclama hoy una gerencia para el oeste de la ciudad, el habitante de La Pomona, El Marite, San José, La Rotaria y Las Lomas tiene el mismo derecho de aspirar y obtener del Gobierno municipal la atención que seguramente reciben los maracuchos de La Virginia, Milagro Norte, Bella Vista, Fuerzas Armadas entre otros.
El gran reto es formular un plan que supere la visión del desarrollo tradicional limitada al crecimiento económico, la construcción de infraestructura y el acceso a la cultura de élite. Supone pensarlo más bien como un medio para garantizar a las personas un adecuado espacio para gozar efectivamente de sus libertades y derechos, brindando oportunidades reales para desarrollar una vida de calidad y promoviendo la diversidad de sentidos y formas de vida, y el oeste de Maracaibo lo está esperando.