Matan a un vigilante para robar baterías de carros

A José Enrique Vargas (54) estaba en el lugar y el momento equivocado. Unos delincuentes le asestaron un balazo en el abdomen mientras desvalijaban la venta de vehículos donde trabajaba. Los detectives del Eje de Homicidios de la Policía científica manejan como móvil del homicidio el robo. Los familiares de la víctima exigen que el crimen no quede impune. Aún nop hay pista de los asaltantes

A los familiares de José Enrique Vargas, de 54 años, los sentaron en unas sillas plásticas en el estacionamiento donde trabajaba el vigilante. Las lágrimas corrían por sus rostros cada vez que describían cómo encontraron el cadáver del guardián en un charco de sangre en el piso de la oficina. Les dijeron que lo mataron de un balazo en el abdomen para robarse las baterías y las computadoras de los carros que cuidaba.

Los vecinos del sector Santa Clara se acercaron hasta Tu auto Zamaria, un establecimiento dedicado a la compra, venta y consignación de vehículos nuevos y usados en la calle 100B de la Circunvalación 1, para observar a través de la cerca perimetral a los funcionarios de la Policía regional inspeccionar los ocho vehículos en el estacionamiento.

Dorila del Carmen Mendoza, vecina de la zona y amiga del fallecido, relató que unos presuntos delincuentes rondaban, el pasado martes a las 9.15 de la noche, el local comercial. A los pocos minutos se escuchó la detonación. Presume que esos desconocidos lo mataron. 

Los curiosos y los Vargas presumen que los delincuentes escalaron por la pared de concreto y se metieron por el hueco.  Una vez dentro de las instalaciones, le sacaron las baterías y las computadoras unos nueve carros. Luego accedieron a las oficinas con el objetivo de sustraer las computadoras de mesa, tablas, celulares inteligentes, aires acondicionados, Split; entre otros objetos de valor.

La Policía sospecha que el vigilante escuchó los ruidos y al buscar a los delincuentes se los encontró de frente y uno de ellos le disparó, la bala impactó en su abdomen y murió en el sitio.

Hallazgo

El cuerpo del vigilante cayó al suelo, todo había terminado. Los hampones escaparon por su botín por el mismo hueco donde entraron.

Dorila, mejor conocida como “Lolita”, no paraba de llorar y lamentarse. Vargas siempre acostumbraba a ir a su casa que queda adyacente al local, se asomaba por la cerca de láminas de zinc para pedirle desayuno, almuerzo, cena e incluso café, “ese noche no lo hizo”.

A medida que las horas transcurrían su preocupación aumentó, le pidió a un niño, de siete años, que se metiera adentro de la venta de vehículos para saber qué había pasado con el muchacho. “Tenía un mal presentimiento”, apuntó Lolita.

Cuando el pequeño ingresó a las oficinas, vio a la víctima tirada en el piso a un lado del escritorio. Su uniforme, una camisa verde y un pantalón marrón, quedó manchado de sangre.

Los gritos comenzaron a escucharse, un joven, de 18 años, intentó calmar al menor, resultó inútil. El mismo entró para comprobar lo poco que pudo entender de la historia relatada por el infante.

En el piso, tal y como lo detalló el testigo, yacía el cuerpo sin vida de la víctima. No tenía pulso, solo una gran herida de la cual manaba sangre en abundancia. Llamaron a los cuerpos de seguridad y hoy en la mañana arribaron al lugar a inspeccionar.

 

 

 

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