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En Venezuela todos los sectores en general, reclaman estado de emergencia. Este cronista no podía quedarse atrás y se declara en catástrofe.
Resulta que desde hace cerca de dos meses en mi casa no comemos más que carne (cuando se puede) porque al pollo después de beneficiado en los mataderos, anda por los aires y su precio es inalcanzable, y no se consigue por ningún lado.
El Cendas acaba de ubicar la canasta básica, en 140 mil bolívares mensuales, lo que significa que a un grupo familiar le hacen falta 15 salarios mínimos para poder sobrevivir en este país petrolero, rico y pobre a la vez. Vaya paradoja.
Desde hace algún tiempo no tenemos desodorante. No tenemos champú anticaspa y tengo que hacer lo que tanto odié en mi vida, desde muchacho, usar el jabón de panela como si fuera champú para que no se le pudra a uno la cabeza.
No tenemos crema dental y utilizo todo tipo de remedios caseros, desde agua de sal con limón, pasando por bicarbonato de sodio, para contener el mal aliento que causan las bacterias asociadas con la masticación de alimentos.
No tenemos jabones de baño, y nuevamente obligado a usar el bendito jabón de panela, que lo delata a uno de haberse bañado con jabón las llaves o con el jabón líquido que venden en botellas plásticas que causa serios problemas en las partes delicadas del cuerpo.
No hay papel higiénico y no puedo relatar las cosas que hay que hacer para mantener el aseo del cuerpo en los casos de las necesidades fisiológicas. Como en Cuba, hay que utilizar papel periódico mojado, y les juro que busco noticias donde aparezca la cara del responsable de esta enojosa situación.
Las mujeres no tienen toallas sanitarias y aquella infeliz propuesta revolucionaria de hacerlas caseras y lavarlas para reutilizarlas se quedó en pura idea.
Por todo esto, me declaro en emergencia general, esperando el feliz momento cuando Maduro tenga el guáramo de renunciar a la Presidencia de la República por inepto e incompetente, y este país comience a buscarle salidas a la catástrofe en que nos han metido.