El presente, no es un artículo de opinión, aun cuando pueda tener algunos rasgos de este género periodístico. No sé si se le podrá calificar como una crónica, o entrar en la categoría de relato. Lo que sí es cierto es que se trata de testimonios muy fehacientes del drama que vive el pueblo venezolano como resultado de estas dos décadas perdidas de un régimen disoluto y corrupto autocalificado de revolucionario
El presente, no es un artículo de opinión, aun cuando pueda tener algunos rasgos de este género periodístico. No sé si se le podrá calificar como una crónica, o entrar en la categoría de relato. Lo que sí es cierto es que se trata de testimonios muy fehacientes del drama que vive el pueblo venezolano como resultado de estas dos décadas perdidas de un régimen disoluto y corrupto autocalificado de revolucionario.
Uno de estos días pasados, en ese peregrinar que casi llega a epopeya que protagonizamos los venezolanos para poder sacar cuatro lochas negras de una entidad bancaria porque este régimen hasta el dinero que es de uno lo tiene controlado al permitir entregas que en algunas entidades están limitadas a cinco mil bolívares “soberanos” , me vi obligado a meterme en una pavorosa cola que caracterizan hoy día a estas instituciones porque o no tienen fluido eléctrico, o no tienen sistema (nueva modalidad), o no hay suficientes cajas abiertas para atender la demanda de los usuarios porque buena parte del personal “deja la peluca” cada dia para unirse a la descomunal masa de inmigrantes y ha hecho que estas instituciones se hayan quedado hasta sin personal por la diáspora del venezolano, me topé con numerosos conocidos que andaban en la nada grata tarea de retirar esa irrisoria suma de dinero hiperdevaluado que ya no alcanza ni para comprar una gaseosa.
Me formularon comentarios sobre la catástrofe que vive la nación venezolana, a lo cual no escapaban ellos, y sus relatos coincidían, algo así como unas memorias del desastre maduriano.
Este cronista le refería que no se trata solamente de la tragedia que vivimos todos los venezolanos, porque de ella no escapan ni los que más tienen, sino que pareciera que nos hemos conformado con hablar pistoladas y no actuamos saliendo a las calles todos los días para protestar contra este desastre y hacer que los dictadores y usurpadores se vayan. Algo así como el planteamiento fundamental de José Rafael Pocaterra en su memorable libro “Memorias de un venezolano en la decadencia”.
En consecuencia, guardando la identidad, me limitaré a reseñar el de un amigo, un reconocido Abogado, Juez por muchos años, cargo del cual salió jubilado. Me contaba como lo había empobrecido esta revolución “de mierda”.
Mientras laboró al servicio del sistema de justicia, tiempos de la cuarta, y aún pasados algunos años del periodo Chávez, me comentó que vivía muy bien, sin ser rico, porque su sueldo le alcanzaba para todo, para tener hasta dos vehículos, uno para su uso personal, y otro para el resto de la familia. Pudo llegar a tener hasta una casita modesta en un pueblito andino para el disfrute de vacaciones y otros menesteres.
Con sus ingresos de Juez, la nevera de su casa siempre estaba llena de alimentos (hoy, en revolución, la nevera se parece al polo norte, puro hielo y frío) y se podía dar el gusto de invitar a esposa e hijos, y hasta nietos agregados, a ir a un restaurante. Si el vehículo ameritaba una reparación, mantenimiento o cauchos, era cosa resuelta porque alcanzaba el dinero para esas eventualidades.
Hoy, cuando Nicolás Maduro gastó sus seis años legales de gobierno, porque del 10 de enero a esta fecha es usurpación del poder, el sueldo de Juez jubilado no le alcanza ni para comer cuatro días del mes. Se vio obligado a vender la casita de los andes, uno de los dos vehículos de la familia porque no puede darle mantenimiento a uno, mucho menos a dos, y no pasa hambre porque dos de sus hijos se marcharon a los Estados Unidos y le giran algunos billetes verdes, convertidos en bolívares, con los cuales pueden sobrevivir.
Entre Hugo Chávez, que debe estar ardiendo en las profundidades del infierno, y Nicolás Maduro (que lo lleven al Panteón, ¡pero ya!), quien debe tener un puesto reservado para estar al lado de su padre putativo, una vez que deje la vida terrena por las atrocidades y crímenes de lesa humanidad de su régimen, se encargaron de empobrecer al pueblo venezolano.
A los pobres o quienes ganaban salarios más bajos, los llevó a niveles de subsistencia. La clase media, sencillamente no existe, y muchos ricos también se empobrecieron como consecuencia de la pérdida del poder adquisitivo del venezolano y la contracción económica que ha llevado a la quiebra a más de 300 mil establecimientos comerciales con su secuela de desempelo, según los datos aportados por los organismos económicos.
Al igual que el amigo Juez jubilado, se encuentran la gran mayoría de profesionales universitarios cuyos sueldos ya no alcanzan ni para comer un dia completo porque Maduro, con sus loqueras comunistoides, llevó la comida de los venezolanos a niveles inalcanzables, y convirtió nuestras vidas en un verdadero suplicio cuando al lado del hambre que se pasea con el moño suelto por toda Venezuela, colapso el servicio eléctrico y la totalidad de los servicios públicos fundamentales para la vida del pueblo, especialmente el agua potable.
Esas son las razones que obligan a los jóvenes profesionales egresados en distintas ramas del saber de las Universidades nacionales y de los parapetos montados por el régimen, técnicos medios, trabajadores especializados, y todos en general, a irse del país en búsqueda de un futuro seguro que su patria les niega.
Pero, ¿Cómo no va tratar de huir de su país un Médico especialista, Director de un Hospital tipo 4 cuyo sueldo ronda los cien mil bolívares mensuales y ha quedado a pie porque no puede comprar un caucho para su vehículo porque tiene un costo de 500 mil bolívares, lo que es lo mismo que cinco meses de sueldo?.
Pero el rocambolesco usurpador le saca el cuerpo a su exclusiva responsabilidad del desastre en que ha sumido al país y se lo achaca a una invención de sus asesores comunistas cubanos como es la guerra económica, que indiscutiblemente han perdido porque ya lleva seis años con ese San Benito.
La gente que narra las truculencias que le toca vivir en este pobre país rico, cuentan lo que se puede llamar… memorias de los venezolanos en la decadencia.