Promesas
Aún en las calles de la metrópolis maracaibera se respira espiritualidad. La estridente música de los conciertos acompañantes de la celebración del Día de la Virgen de Chiquinquirá (La Chinita) no perturbó el acercamiento espiritual de aquellos creyentes reverentes, agolpados en su hogar, la Basílica; siempre bella, siempre resplandeciente; llena de energía positiva a sus hijos, que con devoción la veneran.
Promesas cumplidas o pedidas se entrecruzan en un halo, solo entendido por quienes sienten el efecto espiritual y escapan de la rutina agobiante de la Venezuela actual, para entregarse a un momento de profunda reflexión, solicitando a la venerada Chinita, paz y hermandad. Sí, paz para la enfrentada nación, cuyos hijos hoy se debaten entre los dueños de la verdad y el poder absoluto, y la contraparte sumida en el desespero de un día a día lleno de incertidumbre y angustia.
La Chinita nos dio el milagro del “momento de reflexión”, para entender que es necesario conducir la nave hacia un puerto seguro, en donde todos sus hijos convivan en democracia, sin distingo social, con igualdad de oportunidades, respeto mutuo y en las condiciones dignas de vida para cualquier ser humano. Eso es lo que necesita Venezuela, el reencuentro espiritual.
Agobiada por la situación económica, social y política, Venezuela necesita hoy que sus verdaderos hijos actúen, no para crear odios y división, sino para unir. Y qué momento más propicio para iniciar esta senda, que los tiempos de celebración de nuestra venerada Virgen de La Chinita. Los problemas no se van a solventar porque llegue otro torrente de dólares producto del incremento del precio petrolero, estos se resolverán verdaderamente con propuestas que aborden los asuntos estructurales, considerando para tal fin, la educación, la justicia, el trabajo productivo y el respeto a la ley y a las instituciones democráticas.
Próximos a las elecciones legislativas del 6-D, los venezolanos deben entender este ejercicio democrático, no como una afrenta para destruir al rival, sino como un acto de sensatez para enmendar los errores cometidos, fortalecer los aciertos alcanzados y respetar la voluntad del soberano. La amenaza y el discurso violento deben quedar de lado y dar paso a la madurez ciudadana ¡Qué más milagro podemos pedir a la venerada Chinita, que cubrir con el manto de la paz a nuestra querida Venezuela! Más en momentos cuando se acerca la Navidad, época de reflexión, perdón, agradecimiento y, sobre todo, unión.