sábado, diciembre 14, 2024
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Montarse en un bus te deja sordo

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(Foto: Jhair Torres)

Los choferes ignoran la ordenanza municipal que regula la contaminación sónica. El estar expuestos a altos decibeles puede generar traumas acústicos. La mayoría de los buses que cubren las diferentes rutas de la ciudad abusan del alto volumen de la música en sus unidades

“Ella tiene una foto mía y ya me la puedo imaginar lo que hace cuando está solita, pero yo le voy a preguntar”. Es muy temprano para los contenidos eróticos de las canciones de reggaeton pero a los choferes no les importa la hora y tampoco los decibeles. Ser usuario de transporte público implica estar expuesto a desarrollar problemas auditivos por el alto volumen en la música que colocan los conductores de la mayoría de las rutas de la ciudad. 

A las 7.30 de la mañana ya las paredes del bus marca BlueBird retumban haciendo despabilar a cualquiera cuyo sueño aún no lo haya abandonado. 

Del cajón de miniteca, puesto estratégicamente detrás del chofer, salen las notas no tan melodiosas de los temas que el conductor de la unidad y algunos pasajeros corean mientras recorren su ruta. 

“Dale pa’ atrás mi amor, espalda con espalda”, “el de franelita azul, dale hasta el fondo chamo”, son los gritos del chofer, que varían entre la súplica, advertencia y amenaza de detener la unidad hasta que los pasajeros se apiñen unos sobre otros, y se pierden entre las líricas del “perreo intenso”. 

Los pasajeros adoptan posturas de contorsionistas para cumplir con lo que pide quien maneja el bus, todos quieren llegar temprano aunque siempre se consiguen un pasajero que no está dispuesto a acatar las órdenes del conductor; reclama por el alto volumen de la música, se queja de que no quiere ir “pa’ atrás”, alega que ya hay mucha gente y le recrimina que “no lleva animales sino personas”, frase que se escucha a diario. 

Coreando paradas

A las personas que van en la última parte del bus les toca la parte más difícil, deben anunciar su parada gritando varios decibeles por encima de la música para que el conductor pueda escucharlos. El llamado hace eco en los demás pasajeros hasta que llega a oídos del chofer, que casi siempre se detiene dos cuadras después de la parada anunciada por el usuario. 

Con el primer frenazo, los cuerpos chocan unos con otros y al recuperar la postura empiezan los reclamos en la unidad de transporte. La música mantiene su volumen intacto a pesar de las quejas de los pasajeros que piden al conductor que disminuya el volumen para que pueda escuchar cuando  alguien necesite bajarse del colectivo. 

“¡Se levantó con ánimo!”, dice un señor en tono jocoso cuando el chofer sube aún más el volumen del merengue que ahora suena.

Pueblo sin ley

Para el conductor la ordenanza municipal creada en 2013 que evita alto volumen en la música en el transporte público, jamás existió. 

Su autor, Juan Pablo Guanipa, comentó que actualmente la ordenanza no se cumple. Aseguró que esta es muy amplía en cuanto a la regulación y sanción por contaminación sónica, y que actualmente las medidas sancionatorias para choferes de transporte público son pocas. 

A pesar de la frecuencia con la que los conductores van dejando sordos a los pasajeros, Erasmo Alián, presidente de la Central Única de Transporte (CUT), comentó que han disminuido en un 60 por ciento las infracciones de estos. 

Según Alián,  a los choferes que incurren en la violación de la ordenanza se les aplica sanciones que incluyen la suspensión desde 24 horas hasta 72 horas. Poco para el daño auditivo al que se exponen los pasajeros que deben subirse a los buses varias veces al día, todos los días.

Jorge Luis González, concejal de Maracaibo, señaló que los encargados de velar por el cumplimiento de la ordenanza son los oficiales de la Policía Municipal. Destacó que actualmente el organismo está intervenido, por tanto, no está cumpliendo con las competencias administrativas que debería tener.  

El concejal agregó que la Policía está dedicada principalmente al tema de los cuadrantes de seguridad de la misión A Toda Vida. Mientras, los pasajeros tendrán que seguir escuchando reggaeton, salsa, merengue y el famoso vallenato hasta que no puedan escucharlos más. 

El que quiera oír que lea

Marcos Mustieles, médico especialista en otorrinolaringología, destacó que el oído tiene capacidad para soportar un máximo de 90 decibeles. Aclaró que un nivel superior puede generar traumas acústicos. También explicó que no en todos los casos se evidencia que las unidades de transporte público sobrepasan esos niveles pero la exposición prolongada puede generar el trauma, y destacó que los primeros síntomas de problemas son pérdida parcial de la audición y tinnitus (ruido en el oído). 

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