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La historia de hambre, pobreza, miseria y falta de medicinas acabó con la vida de Jhan Marco. Tenía tres años, pesaba cuatro kilos y su cuadro clínico exigía medicamentos que su madre no podía comprar. No caminaba y retenía líquido. Sus brazos eran muy delgados y sus manos y pies estaban muy hinchados. La noche del jueves “se estaba ahogando”.
Contó su abuela María Chacón que Karelis Lozano, la madre del niño, lo llevó a la emergencia del Hospital Cuatricentenario. Luego lo trasladaron hasta la emergencia de pedriatría del Hospital Universitario de Maracaibo, donde tenían su historia médica. Allí murió ayer en la mañana, en la cama 1 del centro asistencial.
Este pequeñito tenía epilepsia y encefalopatía estática con tetraplejia espástica y demora motora. A los 12 días de nacido le dio meningitis y estaba ciego porque tenía cataratas tipo 2.
“Solo un milagro lo podía salvar”, comentó una médico del hospital a su familia. De los 15,1 kilos que dice la Organización Mundial de la Salud que debe pesar un niño de tres años, a Jhan Marco le faltaban 11. Un vigilante del hospital dijo: “Es pequeñito, parece que tuviera 10 días de nacido”.
El pasado 26 de agosto, La Verdad fue a su casa y conoció su historia. Vivían en el barrio Las Trinitarias, sector 5, en el oeste de Maracaibo. El niño tenía cinco hermanos, de 12,10, 7, 4 y 1 años. Su mamá está embarazada y tiene siete meses de gestación. Jhan Marco pasaba sus días acostado en una cama, envuelto en trapos porque su madre no tiene trabajo y no puede comprar comida, no puede comprar medicinas, no podía comprarle pañales. La humedad hizo que le salieran escaras en la pelvis, pero no lloraba, se quejaba como gimiendo. No tenía fuerzas.
La hemoglobina le llegó a 3 y la creatinina a 5. Para un niño, lo normal es que estén entre 0,2 y 1. Expertos precisan que los valores más altos de 4 “se consideran como un fallo renal importante”.
En la casa de Jhan Marco había hambre. Comer no era un hábito para él ni para su familia. Su madre contó en agosto que en sus vidas había “días buenos” y “días malos”. Los “buenos” comían arroz con mantequilla, los “malos” sus hijos “comían aire o sopa de mentira”.
Reconoció que en su casa, hay días en los que ella sus hijos se acuestan sin comer. El jueves de la semana pasada el llanto de sus hijos por hambre la obligó a pedir ayuda. Ese día hicieron una sola comida: pan con jugo de guayaba. Esa noche, Jhan Marco tomó agua de semeruco sin azúcar.
Karelis Lozano no quería soltar ayer el cuerpo sin vida de su pequeñito. No quería que se lo llevaran a la morgue. Lo apretó a su cuerpo. “Se me murió mi príncipe, el príncipe de la casa”, le decía en voz muy bajita. “Le está hablando, le está cantando al niño”, dijo una vecina que estaba con la familia.
4 kilos pesaba el niño de tres años de edad