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“Huir de la lucha es lo peor que puede sucedernos, en la fuga todo lo que logramos es declarar la victoria de nuestro enemigo”. Paulo Coelho
Todos los seres humanos necesitan renovarse alguna vez en su vida. Igual las instituciones creadas y formadas por los hombres con fines específicos. Los líderes deben aprender de las águilas, el animal más longevo en su especie. 70 años duran, pero a los 40 deben tomar una seria y difícil decisión: comenzar un largo y sufrido proceso de renovación, o morir temprana y lentamente. Sus uñas, su pico y sus plumas le dificultan su existencia y sobrevivencia, de modo que se retiran para renovarlas. Cumplido ese período puede durar 30 años más. No sé cuánto tiempo puede llevar ese proceso en el ser humano en términos de edad y duración, pero, tiene que hacerlo. Renovar sus ideas, afilar su inteligencia, reaprender y volver a aprender, para enfrentar nuevamente su mundo con fuerza y ánimo.
Los seres humanos y mucho más los líderes, tenemos que aprender que muchas veces debemos resguardarnos por un tiempo y reflexionar para lograr mantener una actitud ética firme ante la vida y una noción clara de lo que existió en el pasado. Una realidad oscura y azarosa, descompuesta y pútrida como la nuestra, exige abrirle el paso a liderazgos renovados; con nuevos enfoques interpretativos, acompañados y afianzados en principios y valores.
No se trata de cédulas, más o menos cargadas de años, sino de nuevas ideas y de nuevos hombres y mujeres que hayan elegido abrirse a los otros, a nuevas experiencias, a nuevas esperanzas, a nuevas alegrías; que eviten lo que los encierra porque eso los entierra, y con ellos, a sus seguidores.
No deja de resultar paradójico que en una época tan oscura para el país, muchos compatriotas brillan con luz propia, salvando la honra de nuestro gentilicio, diferenciándonos de la barbarie que se empeña en encapsular todo en esquemas comprobadamente fracasados, alejados de lo que signifique progreso, autenticidad y ética, con una pretendida reedición falsificada de nuestra historia.
Tenemos que reconocer que no pueden seguir gobernando ni sentados en una mesa los Tartufos; los Yagos; los Otelos y los Maquiavelos. Es el momento de echar mano de nuestras reservas morales; guiados por un liderazgo renovado, que sea íntegro, creíble, que genere confianza por su recto proceder y por su coherencia entre lo que piensa, lo que dice y lo que hace. Necesitamos una renovación histórica que nos deslastre de los hipócritas, insidiosos, recelosos, colaboracionistas y divisionistas.