martes, enero 7, 2025
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No me maten por favor

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El voto no tiene voz propia, no puede hablar ni defenderse; imagino que si pudiera hablar diría: “Pueblo venezolano, desde mi lecho de muerte, te escribo unas líneas para que me hagas justicia. Te digo que mientras creas en mí como instrumento de lucha (sin jactarme de ser el único), habrá esperanza”

De cuatro años, mamá me llevó al memorable mitin de Lusinchi en la Libertador, lo recuerdo como si fuera hoy; los espacios de la casa de AD, fueron lugar de juego, y papá me presentaba a diputados y dirigentes como grandes ejemplos. Desde los 17 años hago política, y la búsqueda de la reivindicación social mediante el voto, está enclavada en mi concepción de la vida; no entiendo otra forma de buscar el poder, y nadie me explica la otra alternativa.  

El voto no tiene voz propia, no puede hablar ni defenderse; imagino que si pudiera hablar diría: “Pueblo venezolano, desde mi lecho de muerte, te escribo unas líneas para que me hagas justicia. Te digo que mientras creas en mí como instrumento de lucha (sin jactarme de ser el único), habrá esperanza”. Desde que elegiste militares, el camino electoral, es un campo minado, pero a la postre, hay luz al final de ese camino; por el contrario, la abstención, es un callejón sin salida en el que ya nos hemos estrellado. 

Si las elecciones fueran una carrera de caballos, donde se apuesta para ganar únicamente, no hubiéramos competido con Chávez en 2006. A las municipales se debió ir con estrategias y acuerdos locales y campañas fundadas en la realidad de cada municipio. El abstencionismo no es unánime, además, en este país la opinión cambia diariamente, he allí el reto de la dirigencia, o dirige o se deja dirigir por las pseudo verdades de las redes. 

La historia latinoamericana dicta que esperar condiciones electorales pulcras de este tipo de regímenes, es tan romántico como sentarse a esperar a los “marines” en La Guaira. Aun en desigualdad electoral, las dictaduras sí salen con votos, es la verdad.

Cuando el ladrón dice: “el honor o la vida”, incluso colaborar con el delincuente para preservar la vida, no significa  que se avale el delito o al delincuente, ni mucho menos se le puede reprochar a la víctima. Pero si hablamos de ética, parte fundamental de ella es saber priorizar al decidir, a veces entre el mal menor y el mal mayor; hoy, nos toca de nuevo pensar qué podrá ser peor, entre los dos caminos. 

Es natural que el comunismo me quiera matar, pero que me manden al paredón quienes se llaman demócratas, esa vaina no, ¡no me maten por favor!”.

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