¡No me maten, soy el Ché!

 

¡No me maten, no me maten soy el Ché, yo valgo más vivo que muerto!” estas palabras desesperadas reflejan la conducta vil del cobarde asesino, que no tuvo piedad con campesinos cubanos

Según el periodista cubano Gabriel Astengo: “Fue un 9 de octubre de 1967, en que el mundo comenzó a respirar mucho mejor”, con motivo de que ese día fue ajusticiado el mercenario sanguinario y cobarde, Ernesto Guevara de la Serna. Según el proverbio popular, “todo malo es cobarde” y eso se verificó ante la acción de la tropa boliviana de los años 60 en la selva amazónica del río Cañón de Ñancahuazú, 250 km. al sur de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, en el poblado de La Higuera, Bolivia, donde bajo un juicio sumario se le condenó a muerte. Al tener conocimiento de la sentencia, su rostro se palideció de una forma tan impresionante y severa que le permaneció hasta morir con un tiro de gracia.

Previamente, durante su captura donde fue diezmada su tropa y donde el Chango (cerdo) -como le decían por su poca higiene personal, sus excompañeros de estudios de medicina que nunca culminó- fue herido y, gritando decía: “¡no me maten, no me maten soy el Ché, yo valgo más vivo que muerto!” estas palabras desesperadas reflejan la conducta vil del cobarde asesino, que no tuvo piedad con campesinos cubanos, delatados por envidia e intriga por otros también campesinos, durante su estancia guerrillera en las Sierra Maestra (Cuba), ni contra cientos de presos políticos en las celdas de la fortaleza de La Cabaña, por eso se ganó el peyorativo del “Carnicero de la Cabaña”. 

Esa actitud cobarde propia de quien estaba acostumbrado a manejar sus caprichos criminales con el tráfico de influencias y la idea de darle rienda suelta a la ilegalidad, como suelen proceder los militares corruptos a los cuales compraba con dinero robado o recibido de familiares y amigos de la guerrilla de los Castro, no surtió el mismo efecto con el ejército boliviano quien no accedió a sus posibles propósitos de pactar, como lo hizo al negociar con jefes militares corruptos de Batista, a su paso por la provincia de Camagüey, entregándoles a estos, fuertes sumas de dinero en efectivo, siendo el caso más destacado el del Coronel Dueñas, quien le cedió el paso a los rebeldes por el sur de Ciego de Ávila. 

Su derrota fue originaria por su poca habilidad para la guerra, condenado por la mala estrategia en la cual se evidencia su destrucción en el Congo. Su racismo era evidente, al definir al campesinado boliviano -el cual le ignoró- como “animalitos”.

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