Ahora
La tosquedad de mis manos apenas sirve para empuñar las pretensiones de escribir. No son capaces de abrir surcos infalibles ante una siembra desfallecida y un campo descuidado por el ingenio, atorado de promesas truculentas de este Gobierno que solo le ha avivado la ingenuidad al campesino, al saturarlo con cuentos de terratenientes injustos y promesas de prosperidad cultivada.
No entiendo esa desdichada resolución 9.855, que se parece más a la nomenclatura carcelaria, que a un incentivo a la productividad. Ahora el Ministerio del Trabajo, que de afanoso solo tiene la capacidad de crear propuestas mordaces, establece la creación de un “régimen laboral transitorio”, en el marco de la declaración de emergencia económica, cuya emergencia real es seguir recibiendo este tipo de propuestas.
Sin mediar en el concepto de democracia, estipulan que las entidades públicas o privadas deberán “disponer de trabajadores” para contribuir con el “reimpulso productivo del sector agroalimentario”, fabricando de esta manera agricultores de probeta, desdibujando el esquema empresarial y desintegrando la capacidad profesional de cada empleado.
Nadie me podrá obligar a descuidar mis letras por una hoz o un arado. Soy venezolano y no a medias tintas, sino con toda la tolerancia de asumir la responsabilidad de mis vocablos y la inconformidad desmesurada por la destrucción de esta tierra, bendecida con innegables riquezas naturales y humanas, pero allanada en lo más bajo por este sistema vilipendioso y ladino.
Soy agricultor… pero de la impaciencia, cansado de ser sometido por políticos sin méritos, con sus voluntades inescrutables de propiciar la confusión; estamos fatigados de esas ilusiones convencidas de una supuesta libertad y fabular historias en nuestros deseos de ver derribado a un gobierno que por su incompetencia parece a punto de caer.
Soy un venezolano que duerme poco por los estruendos de mis convicciones, al verme burlado por el carnaval político de la mala diplomacia de mi país; una Venezuela carcomida ante los ojos internacionales y, frente a tan poca gallardía vociferada, a punto estamos de ser excluidos de Mercosur y hasta quizá de la OEA.
Tal vez asaltados por el calor de sus propias tropelías, lanzan este bosquejo agricultor con una enorme sinrazón para el venezolano común, pero con una intención manifiesta de sembrar, no legumbres marchitas en nuestros afectos, sino la certeza que el socialismo sabe con sus veredictos, trastocar nuestros aplomos y deseos por tener algún día un país para todos.