domingo, noviembre 24, 2024
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¡No te enojes!

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No te enojes, no vale la pena, cuando alguien ponga una piedra en tu camino. Quizás puedas sortearla. El malintencionado se sentirá defraudado, en ridículo, ante la aviesa intención puesta de manifiesto.

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Quizás tu pie sangre al tropezar con ella. ¡No importa! Restaña la sangre con paciencia y sigue tu camino sin encono, sin buscar desquite. La maldad es hija de la incultura y el inculto no merece nuestro encono. Merece nuestra piedad e indiferencia.

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¿Quién no recibió alguna vez sobre su carne el duro golpe que asestó la injusticia? Piensa en lo cómodo que es no ser quien lo cometiera. Ser justo es una de las múltiples formas de ser bueno -quizás la mejor y más perfecta- y es cómodo y es llano y es muelle el camino de quien es justo. Día llegará, no lo dudes, en que “el otro” tendrá que inclinar la frente bajo el peso de la vergüenza.

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Si sabes que alguien murmuró de ti, te difamó, te calumnió, no te enojes. Mira hacia atrás, piensa si existió motivo, si diste ocasión para el daño que hoy te alcanza. ¿Hay paz dentro de ti? Entonces, no importa, no debes sentirte ni herido ni deslucido.

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Quien esgrime el mal está esgrimiendo un arma que ha de volverse contra su autor, un día cualquiera, ¡qué importa cuándo! y en tanto ese día llegue no te encones ni te impacientes con quien dio la dentellada. Tú estás en paz contigo, con tu conciencia, te sientes limpio a pesar del lodo con que intentaron salpicarte. ¿Qué más hace falta para sentir hondo la alegría de vivir?, ¿quién no encontró indiferencia donde sembró cariño, ternura, amor?

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La cosecha fue mala siendo buena la semilla, porque en tierra árida nada puede fructificar. No derrames sobre ello una sola lágrima, no permitas que quede en el corazón cicatriz! No vale la pena!, ríe, es mejor, ríe una y otra vez. Asomado a tu puerta o acodado a tu balcón deja pasar la ofensa, la injusticia, el desamor. Míralos sin verlos, como se mira pasar la colmena humana desconocida e indiferente. Ríe y espera. Quien comete daño contrae una deuda con la vida y la vida -no lo dudes- no perdona jamás, cobra siempre inexorablemente y con crecidos intereses cuanto se le debe.

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