Continuamos revisando las incorrecciones más frecuentes en el habla popular venezolana y zuliana. Seguimos analizando a continuación incorrecciones que se cometen en el uso de palabras que se inician con q: Turnamos en el trabajo: yo que entro y él que sale > nos turnamos en el trabajo: yo entro y él sale; de eso es que hablábamos > de eso hablábamos; ¿por qué fue que no llamó? > ¿por qué no llamó?; dicen pagará hoy > dicen que pagará hoy; ¿qué tú quieres? > ¿qué quieres tú?; es una quedada > es ujna solterona; la farmacia queda a la izquierda > la farmacia está a la izquierda; de ella quedará siempre el recuerdo > su recuerdo perdurará; quedó de venir > quedó en venir; un litro de querosén > un litro de queroseno; ¿a quién de mis hijos enviaré? > ¿a cuál de mis hijos enviaré?; quienquiera que sean > quienesquiera que sean; un quita manchas > un quitamanchas; quorum > cuórum.
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Apellido es el sustantivo del verbo transitivo apellidar (latín appellitare) ‘nombrar a una persona por su apellido’, esto es, por el nombre de familia con que se distinguen las personas. Suele este verbo aparecer como pronominal y así se oye decir, por ejemplo: “ese señor se apellida Fonseca”. El origen de los apellidos en nuestro idioma, como en otras lenguas, se debió a la necesidad lógica de identificar no solo a la persona, sino su pertenencia a una familia, lugar, circunstancia o suceso, y que una vez fijado en el pasado se conserva en el presente y se proyecta en el futuro. Sin ningún afán científico, que no tenemos, paseémonos por algunos orígenes. Fueron determinantes en algunos casos cualidades o características físicas personales muy notorias como en Blanco, Pardo, Delgado, Calvo, Moreno, Rubio, Valiente, Seco, Rico, etc. Influyó mucho el lugar o procedencia:
Madrid, Valencia, París, Toledo, Segovia, Córdoba, Valle, Campos, Palma, Palmar, Rivera; y muy abundantes los patronímicos, con la desidencia –ez o –az, ‘hijo de’: Martínez, Fernández, Sánchez, Pérez, Se ha perdido la costumbre que en el pasado existió de feminizar o masculinizar los apellidos, así se decía: La Calderona, la Cabella, el Pantojo, el Mendozo. Es costumbre inveterada el no plurizar los apellidos: Los Rincón, los Quintero, los Guevara, lo cual es una incorrección. Ellos, como sustantivos que son, pluralizan, con obediencia, desde luego, a las normas generales de la pluralización: Los Carvajales, los Rincones, los Castros; pero Los Sánchez, los Díaz. Los compuestos, plurlizan solo en el segundo elemento: Los Montenegros, los Casanovas.