Ahora todos en el planeta conocen nuestra nación por sus descalabros. Y lo triste es que saben de ella más por su debacle económica, política y humanitaria, que por toda su exuberancia natural. Hoy la tierra de Bolívar está en la palestra como nunca antes
Uno de los puntos coincidentes entre mis amigos de pláticas esenciales y diatribas interminables es que en Venezuela las noticias se viven en mayúsculas. La conmoción se regala a diario en las páginas apretadas de los pocos diarios que todavía circulan, mientras las redes sociales en muchas ocasiones, se vuelven un revoltijo de incoherencias emocionales. Ahora todos en el planeta conocen nuestra nación por sus descalabros.
Y lo triste es que saben de ella más por su debacle económica, política y humanitaria, que por toda su exuberancia natural, la policromía de sus manifestaciones artísticas y sus riquezas petroleras inigualables.
En Chávez siempre existió un vocablo insultante que paraba los pelos o una expresión burlesca para la risotada. La prensa se atestaba de sus intervenciones y sus peculiaridades para el desorden; sus irremediables enfrentamientos con todo aquel que no se declarase su partidario o no le extendiese la mano para apoyar alguna componenda.
Hoy la tierra de Bolívar está en la palestra como nunca antes. Es la comidilla mundial, no sólo porque a los países se les abrieron los ojos para entender que la realización de elecciones no es la garantía para la existencia de democracia, sino porque el hambre, la desolación, la carencia de medicamentos y la huida a diario de miles de venezolanos resulta tan turbulenta como dolorosa.
Esa sensación perturbadora tiende a mundializarse de tal manera, que los propios EEUU tienen en la madeja de sus decisiones extremas, el hacer algo con Venezuela. Por ende, esta gira efectuada por el secretario de Estado norteamericano, Rex Tillerson, por México, Argentina, Perú, Colombia y Jamaica, tiene el casi irrevocable propósito de resolver este enredo provocado y estudiar sanciones petroleras como medidas de presión.
Con ceremoniosas palabras ha dejado claro que no tiene otra intención que “sancionar el petróleo venezolano, prohibir su venta en EEUU o la refinación de productos provenientes de Venezuela”. La idea es lograr que el régimen suelte el poder e iniciar la recuperación de un país destripado para su dominio. La libertad se observa confusa, pero por lo menos algo se mueve en el mundo. Ojalá tengamos pronto la mejor noticia, una nueva independencia que encabece hasta los periódicos chinos.