Hoy
Frente a tanta incertidumbre lograr identificar algunas certezas es una tarea difícil, pero necesaria. Lo primero es comprender, sin ninguna duda, que el Gobierno está más débil que hace un año. Cuenta con menor apoyo popular, por no decir nulo; tiene menos recursos, aunque aun son significativos; su imagen internacional se ha debilitado, a pesar de algunos aprovechados que aun quieren sacar algo de dinero. Además de lo anterior, las fisuras en sus filas son evidentes. Sin embargo, aun estando debilitado el Gobierno está jugando sus cartas, errada o no pero tiene una estrategia.
Del otro lado, la MUD sigue luciendo desordenada y sin un rumbo claro. Sus defensores van desde los argumentos de “sal tú a coger un fusil” hasta recientemente reconocer tímidamente que esa organización tiene serias limitaciones para actuar más allá de lo electoral. Sin duda han hecho un esfuerzo, lamentablemente de cara al ciudadano común esa organización se ha convertido en un espacio en el que las aspiraciones personales y las contradicciones partidistas han desembocado en una “pelea de cuchillos”.
Paradójicamente, ambos bandos están contribuyendo al mismo juego, al de desprestigiar la política hasta el punto que la salida a la crisis actual estará alejada del entramado político actual. Esto no significa que sea necesario un golpe de Estado para que se instaure un nuevo régimen autoritario, lo que se sugiere es que ante la desarticulación de la institucionalidad política, marcada por el desprestigio profundo de los partidos y el Gobierno, las condiciones son propicias para que un outsider, un actor nuevo, logre captar la desesperanza generalizada y señale un nuevo rumbo.
Esta figura del outsider ha tenido lugar en otros países y tiempos, proveniente de eventos electorales como Fujimori en el caso del Perú o en Venezuela en el año 1998, hasta eventos más difíciles de explicar, como el acuerdo no firmado entre los promotores del No en Chile y la cúpula militar que fue determinante para que los resultados se reconocieran.
En Venezuela estas circunstancias están dadas, las personas por naturaleza necesitan certezas, algo de estabilidad que les dé sosiego. Lamentablemente esa tranquilidad cuando no se percibe un futuro claro, lo da la anomia de la sobrevivencia y el abandonarse, permitiendo que malos gobiernos perduren en el tiempo. Es por ello que hoy urge rescatar una idea de futuro, y actuar en función de lograr que los venezolanos vuelvan a creer que la realidad puede ser distinta. Hoy el país no pide dirigentes, reclama verdaderos líderes que no dejen que outsiders nefastos, se aprovechen de las circunstancias actuales.