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El papa Francisco llegó ayer al gigantesco parque Samanes, en medio de una multitud profundamente emocionada que lo recibió con cánticos, flores y agitando banderas del Vaticano, de Guayaquil y de Ecuador.
La multitud, dividida en 30 bloques, se revolvía al paso del papamóvil, desde donde Francisco saludaba, bendecía y prodigaba sonrisas a todos, que le devolvían los saludos ondeando banderas, resaltó AP.
Agentes de policía e infantes de marina brindaban seguridad adicional al Sumo Pontífice. Los uniformados no dudaban en romper su propia misión para darse vuelta y tomar una fotografía a Francisco, que ofició una misa campal en el lugar.
En el parque Samanes, donde las autoridades estimaron la presencia de unas 700 mil personas, el papa Franciscop celebró su primera misa campal en Ecuador. Durante la eucaristía, afirmó que la familia debe ser ayudada y que esto no debe entenderse como «una forma de limosna», sino que es una verdadera «deuda social respecto a esta institución».
«La familia constituye la gran riqueza social que otras instituciones no pueden sustituir, que debe ser ayudada y potenciada, para no perder nunca el justo sentido de los servicios que la sociedad presta a los ciudadanos», dijo en su alocución.
En efecto, agregó, «no son una forma de limosna, sino una verdadera deuda social respecto a la institución familiar, que tanto aporta al bien común de todos».
Francisco hizo referencia a su homilía en la explanada de este enorme parque de Guayaquil a la lectura de ayer sobre el pasaje de la Biblia de las bodas de Caná, cuando Jesús hace el milagro de convertir el agua en vino, para hablar de la importancia y defensa de la familia.
«Las bodas de Caná se repiten con cada generación, con cada familia, con cada uno de nosotros y nuestros intentos por hacer que nuestro corazón logre asentarse en amores duraderos, fecundos y alegres», dijo.
Y utilizó la metáfora de falta de vino para hablar de cuando en la familia «no hay trabajo», o hay «enfermedades» o «en las situaciones problemáticas» que las familias atraviesan.
«Cuántos jóvenes se dan cuenta que en su casa no hay ese vino. Cuánta mujer sola y entristecida se pregunta cuándo el amor se fue, se escurrió de su vida. Cuántos ancianos se sienten dejados fuera de la fiesta de sus familias, arrinconados y ya sin beber del amor cotidiano», señaló.
Destacó que la familia «es una escuela donde la oración también nos recuerda que hay un nosotros, que hay un prójimo cercano, patente: vive bajo el mismo techo, comparte la vida y está necesitado».
El papa terminó su alocución diciendo que «el mejor de los vinos está por venir para cada persona que se arriesga al amor», para «aquellos que hoy ven derrumbarse todo» y para «los desesperados».
Al final dijo que rezan por todos los que estaban presentes en el Parque Samanes, a quienes pidió que no olviden rezar por él.
Después de la misa, el Papa fue al colegio jesuita Javier donde visitó a su antiguo amigo, el español Francisco Cortez García más conocido como Padre Paquito, a quien no veía desde hace 30 años.
Al final de la tarde regresó a Quito para completar la jornada con un encuentro privado con el presidente ecuatoriano Rafael Correa y poco después visitó la Catedral, donde ofreció un discurso.
El Papa celebra hoy su segunda misa campal en Ecuador, que será en Quito.
Bendice a enfermos
El papa Francisco bendijo ayer en la ciudad ecuatoriana de Guayaquil (suroeste) a varios ciudadanos enfermos que lo esperaban entre cientos de fieles en el Santuario de la Divina Misericordia. En una visita de pocos minutos al Santuario, el papa tuvo un especial gesto con uno de los enfermos que estaba recostado en una camilla cerca del altar, al que bendijo, al igual que a un niño con capacidades especiales que estaba acompañado de su madre.
Tras una muy breve oración en silencio en el altar del santuario, el papa se dirigió a los fieles concentrados en el lugar y bromió: «Les doy la bendición. No, no les voy a cobrar nada, pero les pido, por favor, que recen por mi, ¿me lo prometen?».