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La ley sin justicia se convierte en un mecanismo de opresión, y en ese ejercicio de fuerza inmoral va debilitando sus cimientos y construyendo su ruina. De mecanismo de libertad individual en convivencia con otros se convierte en mazo que intenta con sus golpes acallar la conciencia de a quienes se suponía debían proteger, tratando por todos los medios de convertir ciudadanos en servidores de un poder abstracto que solo sabe servirse a sí mismo. En ese lamentable transcurrir los supuestos garantes de la Ley y su cumplimiento sin saberlo se convierten en los primeros transgresores de la justicia.
A Venezuela le ha tocado como a otros países atravesar momentos en los que el contrato social con el que cualquier sociedad debe contar, ha sido secuestrado por unos pocos. En esa obsesión por mantenerse en el poder, cargando a cuestas un proyecto que todos saben ya fracasó, un Gobierno sin representatividad intenta sobrevivir con el único sustento que la miseria de un pueblo que deambula tratando de sobrevivir y la ambigüedad moral de otros que siguen aprovechándose como puedan de un proyecto en decadencia, buscando tan solo seguir siendo amigos de un régimen para beneficiarse de la “ley”.
Cada quien ha asumido su papel en esta historia que ya se ha alargado más de la cuenta, unos han asumido la confrontación como bandera, mientras otros la conciliación y el encuentro. Hay quienes han tenido que pagar costos mayores que otros, asumiendo cada quien las consecuencias de sus decisiones en función de sus convicciones. Inclusive el pueblo chavista se atrevió el pasado mes de diciembre a desafiar un proyecto en el que aun cree, y hoy lamentablemente se ha quedado huérfano de nuevo a falta de un liderazgo capaz de hablarle con menos tecnicismos y más soluciones.
Pero en el escenario anterior todavía faltan por aparecer algunos actores que desde el propio proyecto que fracasó se atrevan a dar un paso adelante, dispuestos a contribuir como uno más en la reconstrucción de un país que dejó de ser de muchos para convertirse en el feudo de unos pocos. Para ellos el reto no es fácil, sin duda deberán enfrentar el escarnio público, la desconfianza de todos, inclusive la dura tarea de recoger los escombros que ellos mismos ayudaron a poner ahí, pero todo eso es poco comparado con el peso moral de seguir siendo participe de la destrucción de un país.
El tiempo sigue transcurriendo y ante la pérdida de legitimidad, y amigos, la ley se convierte en el único instrumento para seguir intentando mantenerse a flote, ya mas por saber que no hay retorno que por convicción en una idea. Sin duda esto es peligroso, pues la desesperación es mala consejera, y por ello es de esperar que el dedo acusador continúe cazando brujas y violentando la voluntad de la mayoría. Pero esa historia ya ha sido contada, y al final los pueblos encuentran la manera de recobrar la cordura, con ella la dignidad, y hasta algunos han tenido la suerte de volver a encontrar algo de paz.