Ciertamente, es inaudito que Zulia y Falcón, que le han aportado tanta riqueza al Tesoro Nacional (TN), hoy sean mendigos energéticos. Las cosas van para peor, porque la usurpación estranguló la demanda asfixiando la economía, y seguimos en picada, haciendo al país cada vez más invivible
El calvario energético para: Zulia, Mérida, Trujillo, Táchira, Barinas, Apure, Lara y Falcón se profundiza. La intensidad aumenta más a medida que más lejos estamos del “Km Cero” del Sistema Eléctrico Venezolano, SEV, el Guri. El tema además de eléctrico es energético, porque ha acontecido una calamidad dentro de PDVSA y Corpoelec. La discriminación o apartheid eléctrico no es sólo de la capital contra la provincia, ahora también es del Zulia contra la región de los Andes. Esto no es una emergencia, es una calamidad y por lo tanto es un calvario.
En el epicentro de esta paradójica miseria energética, cuyo accionar desconfigura cada vez más el SEV, por el no cese de la usurpación, se profundiza con el canibalismo de la infraestructura y es una maldad sin parangón. Es paradójico, porque siendo la nación con el mayor potencial energético per cápita del mundo, no se puede vivir si no sembrar conciencia donde evidentemente como sociedad todavía no se ha sembrado el petróleo.
Ciertamente, es inaudito que Zulia y Falcón, que le han aportado tanta riqueza al Tesoro Nacional (TN), hoy sean mendigos energéticos. Las cosas van para peor, porque la usurpación estranguló la demanda asfixiando la economía, y seguimos en picada, haciendo al país cada vez más invivible. No podemos seguir siendo, ni un país, ni una región, en donde pasa de todo y a la final no pasa nada. Eso le da alas a la usurpación y a los que por error u omisión, no resuelven la causa raíz que les corresponde resolver.
Hay soluciones técnicas expeditas para aliviar la calamidad energética zuliana, el Zulia no es una isla, el SEV es un Sistema Interconectado. Los políticos deben dedicarse a su tema, que es el cese de la usurpación sin dilación y dejar a los técnicos conocedores resolver los suyos.
Por cada mes más de usurpación, Venezuela compra seis meses más de tragedia. ¿Cuántas muertes más, destrucción económica y separación familiar tienen que ocurrir, para que actuemos? ¿Qué más tiene que pasar que ya no haya pasado? El tiempo lo dirá. ¡Pa’lante que para atrás espanta!