Así
Las universidades se han convertido en instituciones parias. Las han transformado en ello, más bien. Reciben maltratos financieros de parte del Gobierno nacional cuando deberían sumar prosperidades. Y LUZ, durante los últimos seis años, acumula desprecios de parte de quienes deberían alimentar sus proyectos educativos y administrativos. De nada ha servido gritar a los mil vientos las problemáticas que arrastramos como institución. Han sido alaridos en un bosque abonado con el desinterés oficial.
La situación intestina de nuestra alma máter es de emergencia. Hay amenaza inminente de cierre técnico de nuestras puertas a finales de este mes. Iremos a vacaciones de mitad de año agobiados por la incertidumbre de si podremos volver a abrirle las puertas a la formación de 60 mil estudiantes y de la estabilidad económica de seis mil trabajadores, obreros y docentes. Así de opaco luce nuestro futuro inmediato, así de humillante es la desconsideración sostenida del Poder Ejecutivo.
Cuando las alarmas de nuestros recursos se encendieron, inicié un peregrinaje por las instituciones competentes para obtener recursos que dignificaran el presupuesto de LUZ. Junto con rectores miembros de la Averu, exigimos que las deficiencias presupuestarias se incluyeran en la agenda del Consejo Nacional de Universidades. Jamás acogieron tal solicitud. Un desdén más en una larga lista de desaires.
También me reuní dos veces el año pasado con el gobernador Francisco Arias Cárdenas para atar compromisos en pro de la comunidad universitaria. Muy amable, prometió respaldos en el área de seguridad, con el apoyo de la vigilancia del plan Patria Segura; en alimentación, a través de mejoras para el comedor de la Facultad de Humanidades; mejoras de infraestructura; y la donación de seis buses para el transporte estudiantil. Pero las promesas no superaron el crisol de las mesas de trabajo.
Nuestros decanos se han sumado a la cruzada. Los atendió el ministro de Educación Universitaria en Caracas. Aplaudo la iniciativa, pero la experiencia me embarga de desesperanza. El tiempo evidencia que el Gobierno nos confunde con pordioseros. No atiende nuestras urgencias, ni muestra siquiera piedad ante la crisis. Tampoco es correcto recorrer el país o andar de reunión en reunión para que los responsables de la cartera universitaria cumplan su trabajo. Nuestra ocupación debe estar lejos de ser peregrinos de la limosna.