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Hay un proverbio japonés que dice “un problema bien conceptualizado implica la resolución del mismo en un 90 por ciento”, o lo que es lo mismo, que la clave para resolver una situación problemática es entender bien sus causas. Basta imaginar un médico que aplique la cura adecuada a un diagnóstico errado para comprender lo peligroso e inútil que puede ser actuar en la dirección errada.
Lo anterior es una reflexión que surge al conocer quien a partir de ahora será la persona responsable de dirigir la economía del país. Más allá del esfuerzo personal que el nuevo ministro de Economía haya puesto en tratar de aproximarse a la problemática económica nacional, todo parece indicar que los resultados del análisis, y por lo tanto de las acciones por venir, serán ineficientes para contrarrestar los problemas económicos que aquejan a Venezuela.
Lo primero que salta a la vista es que el nuevo nombramiento en la cartera económica apunta a profundizar la teoría de la “guerra económica”, y por lo tanto las acciones que se emprenderán probablemente apunten a dedicar esfuerzos y recursos (escasos) a una lucha contra molinos de viento. Aunque aún no se conocen los nuevos lineamientos de la política económica, pudiera inferirse que la misma girará en torno a mayores controles, aumento de los ingresos fiscales vía impositiva y un intento de rescate de la producción nacional vía mecanismos comunales. Hay un elemento adicional que el mismo día de su nombramiento el nuevo ministro comenta en un artículo y es el tema de las expectativas. Sin embargo, en esa misma nota, resalta que gran parte de las soluciones planteadas tienden a parecerse más a un plan comunicacional que a acciones en materia económica. Así, de acuerdo a esa perspectiva, la solución al problema económico parece que es un tema de expectativas exclusivamente, y por lo tanto un plan mediático sería la solución (o parte de ella).
De ser correctas estas interpretaciones, hechas en base a muy poca información y por ello tal vez no del todo acertadas, estaríamos en presencia de una situación en la que se ha puesto a operar a un médico que ha diagnosticado erróneamente la enfermedad. Esto, a su vez, permite inferir que a nivel del alto Gobierno la hipótesis de la “guerra económica” aún prevalece, y sin duda su principal defensor es el propio Presidente.