Venezuela
Mi infancia transcurrió en un caserío muy pobre del estado Trujillo: El Batatillo. Estudiaba a la luz de una lámpara de kerosén, bastante humo debo tener todavía en los pulmones. Dormíamos en catres de patas cruzadas, con una lona a la que se le adherían chinches que no dejaban dormir. Para tener agua limpia recorríamos unos tres kilómetros para traerla en tobos. Cocinábamos en un fogón de leña montado en un cimiento, hasta que compramos una cocinita de kerosén. La evolución del baño fue una “moderna” letrina. Las noticias de la civilización nos llegaban a través de un radio de pilas porque la electricidad llegó solo a partir de 1974, gracias a lo cual pude ver mi primer programa de televisión: El Zorro.
Esta no es una novela, es la historia de los pueblos más olvidados de nuestro país; tampoco está ambientada en la época de la independencia, estoy hablando de la década de los 70, desafortunadamente hoy esa situación no ha mejorado en algunos lugares de nuestra geografía. Este es el relato cotidiano de muchos de nuestros pueblos que aún viven en el atraso y la miseria debido al perverso centralismo que ahoga a la provincia.
Venezuela requiere de muchos cambios para enrumbarse por la senda del desarrollo. Las regiones debemos independizarnos administrativamente, para no tener que pasar por el escritorio de un burócrata en Caracas a fin de plantear un problema que ocurre a más de 800 kilómetros de la capital. No estoy en contra de Caracas, al contrario, la visualizo como la región 24 del país, la cual debe tener sus propios gobernantes electos democráticamente y también debe actuar separadamente de las cuatro cuadras perversas del poder, que tiene su epicentro en los alrededores de la esquina de Bolero.
Propongo desarrollar un concepto vigoroso: “Poder para las regiones”. Representado en un verdadero federalismo donde cada una de ellas pueda recaudar impuestos nacionales, tomar su cuota parte y luego enviar el remanente hacia el Gobierno central. Se trata de un sistema que permita a las regiones contratar la construcción y gestión de carreteras, autopistas internas, hospitales, escuelas, cárceles, policías y que además las faculte para conformar mancomunidades de regiones a fin de realizar obras que se ejecuten pensando en los pueblos más abandonados. Debemos sacar las regiones del olvido, asignándoles un importante rol en el desarrollo futuro del país.