Lo interesante es que ninguna de estas cintas ha abordado el tema de las implicaciones de la inteligencia artificial en el ámbito social, más allá de ciertos temas tangenciales (como por ejemplo en A.I. con respecto a la “segregación racial” entre humanos y máquinas)
2001: A Space Odyssey cumplió 50 años, en esta cinta el aclamado director Stanley Kubrick se aventura a pronosticar con medio siglo de anticipación cómo será la interrelación de los humanos con máquinas que poseen Inteligencia Artificial (I.A.). Después de ahí son muchos los films que han abordado este tema, desde A.I. Artificial Intelligence (2001) en donde Spielberg de alguna manera recrea la historia de Pinocho al presentar a un robot que quiere convertirse en un niño real, a las más recientes Her (2013), Exmachina (2014), y Blade Runner 2049 (2017) en conexión a la clásica Blade Runner (1982).
En todas estas películas se presentan dilemas en torno a la posibilidad o no que una Inteligencia Artificial pueda llegar a tener sentimientos propios, lo que a su vez sin duda deriva en cuestiones morales y filosóficas.
Lo interesante es que ninguna de estas cintas ha abordado el tema de las implicaciones de la inteligencia artificial en el ámbito social, más allá de ciertos temas tangenciales (como por ejemplo en A.I. con respecto a la “segregación racial” entre humanos y máquinas).
Dentro de todas estas complejidades hay otras más terrenales. En términos electorales dicen que la política está muy vinculada a las emociones de quien elige, esto es que la racionalidad sede espacio frente a los sentimientos que un candidato genera en las personas. Este hecho trae como consecuencia que las decisiones de la mayoría en este ámbito no necesariamente traerán consigo el mejor resultado posible desde una perspectiva racional.
Ante un escenario de esta naturaleza, ¿podría la I.A. aportar algo a la política? La respuesta es compleja, y sin duda abre un gran debate. Jorge Luis Borges escribió “Si la literatura no fuera más que un álgebra verbal, cualquiera pudiera producir cualquier libro, a fuerza de ensayar variaciones”. Por su parte, la filósofa Martha C. Nussbaum publicó Political Emotions (2015), un libro en el que lleva al terreno de la política la importancia del amor como elemento fundamental de la justicia.
Con estas afirmaciones en mente, pareciera que la I.A., y toda la expectativa que se ha generado en torno a ella, pudieran encontrar finalmente un límite, en este caso en el plano de lo social. O, por el contrario, ¿podrá traspasar también esa barrera y conducir a la humanidad a un destino propio de cualquier película enmarcada en una sociedad distópica?