miércoles, diciembre 11, 2024
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Primavera Latinoamericana

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El tsunami político se produjo en Venezuela. Esa casta ideológica que aquí se arropó con el manto de un supuesto bolivarianismo, se empezó a desmoronar

Todavía es demasiado temprano para terminar de analizar y valorar esa reacción de algunos pueblos árabes, a la cual los críticos más avezados del mundo la bautizaron como “primavera árabe”. Países como Libia, Egipto, Yemen y Siria, para recordar los casos más evidentes, fueron sacudidos por la presencia de sus pueblos en las calles, quizás con miedo, pero dispuestos a defender su condición de seres humanos y decididos a hacer de su dignidad una fuerza social respetable, como en efecto lo lograron. Los resultados apenas comienzan a verse y a sentirse; sin embargo, hasta emblemáticas tradiciones ancestrales, han sido sustancialmente tocadas y ya se observan algunos cambios, que oscilan entre la moderación y el radicalismo.

En Latinoamérica, donde hemos estado sometidos a los caprichos ideológicos de una casta política, cuya presencia es activa en el continente, en la conducción gubernamental de países que hoy, en su mayoría, claman por un cambio en positivo. Algunos eventos políticos que en anteriores oportunidades tendieron a consolidar el liderazgo que se fue extendiendo en la región, empezaron a arrojar sorpresas para quienes ya se consideraban invulnerables. 

Desde hace tiempo se veía venir un comportamiento en los pueblos, orientados al rescate de la democracia plena, bastante disminuida hoy, dada la introducción de doctrinas políticas que están muy distante de la idiosincrasia de los pueblos tomados por esa casta política, cuyo principal objetivo es apoderarse de las riquezas naturales de los países involucrados en esa ola ideológica, poco favorable para el desarrollo socioeconómico de la región como un todo.

Argentina, con su pueblo en la calle y activo en sus respectivos procesos electorales, fue el primer país que empezó a sacudirse aquel cuerpo extraño que amenaza, aun, con hacernos modificar hasta nuestras costumbres más arraigadas. En efecto, los gauchos, a quienes la casta política peronista creía definitivamente sometidos, se adueñaron de las calles y de las urnas electorales, y le dieron una voltereta a un proceso supuestamente revolucionario, el cual lo único que hizo fue sembrar el odio en el alma de los argentinos y transferir riquezas a unos cuantos bolsillos “revolucionarios”.

Otro país donde la cabeza visible del Gobierno de ese pueblo se creía inderrotable, fue Bolivia. Pues bien, sometió su aspiración de perpetuarse en el poder mediante las reelecciones sucesivas e indefinidas, y el pueblo boliviano lo devolvió a la realidad. Se dio cuenta de que la gente piensa, analiza y decide; se percató de que era falsa su invulnerabilidad.

En Ecuador, otra de las estaciones donde se posesionó una pretensión de perpetuidad gubernamental en una sola persona, el liderazgo oficialista fue más objetivo y visionario. Antes de que se perfilara lo que sucedería en otros países asociados para monopolizar el poder de manera indefinida, decidió renunciar a la posibilidad de nuevas reelecciones presidenciales.

Hace apenas cuatro meses, el tsunami político se produjo en Venezuela. Esa casta ideológica que aquí se arropó con el manto de un supuesto bolivarianismo, se empezó a desmoronar. El primer revés que sufrió fue el 6 de diciembre de 2015, al ser aplastantemente derrotada en las elecciones parlamentarias. La representación democrática, agrupada en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), ganó abiertamente la Asamblea Nacional, incluso con mayoría calificada.

Brasil es el único país donde la tendencia filocomunista que fue penetrando el organismo de medio continente, alcanzó algunos resultados que los demócratas habíamos reconocido. Lamentablemente para los brasileños, en especial, tales resultados parece que fueron logrados como producto de lo que sobraba de la corrupción. Y la detección de tan arruinador flagelo, tiene al anterior Presidente y a su sucesora en ejercicio, en el umbral de la cárcel. La imagen de la actual mandataria está en el piso; y la población tan frustrada, que tomó la calle y amenaza con mantenerse en ella, hasta que la señora gobernante sea echada de la casa de gobierno.

Ha sido poco fácil resumir esos movimientos en una sola frase que sea emblemática y que pueda ubicarse en un contexto histórico de vanguardia. Y, en tal sentido, lo único que se me ocurre es denominarlo Primavera Latinoamericana. Por lo menos es la idea que dejo aquí, para que los lectores críticos la adopten o les sirva de referente para bautizarlo con el nombre que consideren más adecuado.

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