La “invasión”, el “colapso”, el “derrumbe” de poco sirven si ocurren en el contexto de una sociedad desarticulada, es cambiar un problema por otros. Pero más allá de eso, y regresando al plano de la providencia, es recurrir a elementos sobre los que no se tiene mayor evidencia
La “invasión extranjera”, el “colapso de la economía”, “el derrumbe interno del régimen”, son formas de providencialismo cubiertos con cierto halo de racionalidad. Al final todos estos pronósticos tienen en común que poco o nada tienen que ver con las acciones de quien emite la opinión, se trata de eventos que escapan a lo que llaman el ámbito de influencia. En otras palabras, se trata de esperar una acción realizada por terceros, equivalente a la Providencia en el plano religioso, para resolver una situación problemática propia. Esto es sin duda algo muy propio del venezolano.
La providencia divina quizás funcione en el plano personal, pero apelar a ella en el ámbito de los problemas sociales y su análisis es, en el mejor de los casos, simplista. La “invasión”, el “colapso”, el “derrumbe” de poco sirven si ocurren en el contexto de una sociedad desarticulada, es cambiar un problema por otros. Pero más allá de eso, y regresando al plano de la providencia, es recurrir a elementos sobre los que no se tiene mayor evidencia, y más aún sobre los que no se tiene ninguna capacidad de incidencia. El resultado no es otra cosa que la desmovilización (producto de la espera) y la eventual desmoralización (porque nada ocurrió).
Los grandes cambios sociales a lo largo de la historia se dieron sin Twitter y Facebook, muchos sin la televisión y la radio. No significa esto que no se hayan divulgado, en su momento lo hicieron por los canales disponibles (panfletos, boca a boca, etc.), pero partieron de dos elementos fundamentales carentes hoy en la lucha en Venezuela: el contenido y la organización. Lo primero es el mensaje central, la idea, algo que vaya más allá de “salir del régimen” o propuestas técnicas de cómo salir de la crisis. El segundo factor es la organización, la capacidad de generar las redes de cooperación necesarias que permitan coordinar acciones.
En principio ambos elementos deberían confluir en los partidos políticos, pero estos, producto de sus propias contradicciones e intereses, no están en capacidad de dar la respuesta adecuada. Sin embargo, hay un elemento que pueden enseñar, su historia. Los partidos políticos comenzaron invariablemente como movimientos, por lo general organizados en torno a una idea. Hoy al país le urge la construcción de movimientos, es vital encontrar esas ideas capaces de unir intereses y mover masas, para a partir de ahí crear la respectiva organización. Incluso Jesús usó esta fórmula, su idea era el amor y en torno a ésta creó una organización que derivó en la Iglesia católica.
El providencialismo exime de toda responsabilidad a quien apela a éste, deja en manos de otros su destino. En el argot popular esta realidad se ha intentado contrarrestar con el “a Dios rogando y con el mazo dando”. En el caso específico venezolano la interrogante que quizás muchos se deberían estar haciendo es: ¿qué estoy haciendo para cambiar la situación? Esta interrogante puede sonar trillada, y quizás con poco asidero para la gran mayoría pues la respuesta puede ser simplemente: sobreviviendo (algo completamente válido y respetable). Pero para quienes desean liderar procesos sociales de cambio esta interrogante tiene plena vigencia.