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Nicolás Maduro, cada vez más ilegítimo, a punto de ser defenestrado por las fuerzas valientes e impetuosas de un pueblo obstinado y cansado de las penurias impuestas por el régimen comunista heredado, con satisfacción plena, del fenecido, en virtud de lo que está ocurriendo en las calles venezolanas por culpa del desmadre causado, se la pasa en todo momento hablando de paz, paz y más paz, pero la realidad es que el régimen ejecuta todo lo contrario: ataca a los manifestantes, tanto la propia FANB, que de hecho es ilegal, como grupos armados e inescrupulosos llamados "colectivos", que no son más que grupos paramilitares formados por el G2 cubano que están al servicio del PSUV, y detienen sin cumplir con los parámetros establecidos en nuestra legislación a estudiantes y políticos, cuyo único delito es luchar por la Constitución nacional, por la democracia y por las libertades ciudadanas.
No ha existido en el mundo político ningún dictador que no haya utilizado el término paz: Mao, Stalin, Hitler, Fidel, Idi Amín, Sadam Husein, Gadafi y otros, como parte de su estrategia para mantenerse en el poder; sin embargo, la paz solo la lograron cuando masificaron los cementerios de disidentes, las cárceles las abarrotaron de presos para acallar cualquier crítica interna y el destierro obligado y clandestino de parte de la sociedad de sus países. Esa misma estrategia comunista es la que Maduro está recibiendo de sus asesores cubanos.
Esa filosofía de vida comunista la están cumpliendo a cabalidad Maduro y el régimen. En Venezuela no hay Estado de derecho para la disidencia, las instituciones del Estado reaccionan solo para “castigar” a quienes osen enfrentarse al régimen, así sea en manifestaciones pacíficas. En dictadura no puede haber paz porque eso significa sentarse con la disidencia y otros factores de importancia de la sociedad; buscar entre todos voceros que sirvan de mediadores y, sobre todo, que exista plenamente la voluntad política de aceptar las decisiones que allí se tomen. Los comunistas y dictadores no tienen esa voluntad para aceptar eso; ellos deciden y todos los demás deben acatar.