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Un pupitre solitario y nostálgico de los salones del quinto año de la Facultad de Medicina de LUZ espera a un alumno valiente, gentil, audaz y aguerrido. Sus compañeros entusiastas y extrovertidos aliados en el aprendizaje del conocimiento científico, anhelan que ese estudiante llegue a ocupar su lugar para intercambiar interesantes revelaciones médicas, relatos del ancestral y excéntrico cuerpo humano, así como historias cargadas de densidad y misterios, propios del diario acontecer en su desempeño como miembro de Primeros Auxilios de la universidad zuliana, equipo conocido como los Cascos Verdes, grupo de factura internacional en materia de cooperación y apoyo solidario en espacios de contingencia.
Un pupitre espera por Paúl René Moreno Camacho de 24 años de edad, con una palpitante y apasionante vida, impregnada de juventud, entrega, compromiso y autenticidad en la construcción de una Venezuela merecedora de una suerte mejor para todos en su escenario social y económico. El valeroso muchacho emprendedor y dinámico no llega. Su ausencia se acentúa, más su grandeza humanitaria permanecerá siempre, salvaguardando la vida de otros sin discriminación de forma igualitaria. Vivió para ayudar y esa es la consigna de su existir que definirá infinitamente al chico ausente del pupitre de las añejas aulas de la escuela de ciencias de la salud de la región.
Hoy en este país de amaneceres turbulentos son muchos los ausentes que no volverán a ocupar sus asientos académicos, alrededor de 84 jóvenes muertos por manifestar en las protestas de calle para exigir el cese de una represión brutal contra los que claman al TSJ por elecciones justas y democráticas, liberación de los presos políticos, mayor seguridad, medicinas, alimentos y libertad de expresión para una población que padece la mayor crisis de violación de los derechos humanos.
Son realidades comprobables no simples frases hechas. La destrucción del país es una evidencia irrefutable. El Observatorio Venezolano de Conflictividad Social condena los hechos violentos exigiendo al Estado el cese inmediato de la arremetida despiadada contra civiles, así como la garantía del derecho a la manifestación pacífica, a la vida, libertad e integridad de quienes protestan. No más pupitres solitarios. No más aulas de clases llenas de ausencias. Resistir es la consigna.