¿Qué país?

Lo que hoy ocurre en el país es el cierre de un proceso que se viene arrastrando desde mediados del siglo XX, el cual nació con la herencia de un régimen autoritario y cuyo eje fue el rentismo petrolero. Si se va más allá, la historia venezolana ha sido un largo transitar de caudillos, quienes como tal se encuentran más allá del sistema existente

Venezuela busca hoy un nuevo rumbo, todos saben que la situación actual no puede ser eterna, si algo ha mostrado la historia de la humanidad es que el progreso siempre encuentra su camino. Lo que hoy ocurre en el país es el cierre de un proceso que se viene arrastrando desde mediados del siglo XX, el cual nació con la herencia de un régimen autoritario y cuyo eje fue el rentismo petrolero. Si se va más allá, la historia venezolana ha sido un largo transitar de caudillos, quienes como tal se encuentran más allá del sistema existente, las leyes se encuentran en un plano secundario, cediendo al poder, y todas las redes que se entretejen en torno a éste, las riendas del país.

Hoy, en el cierre de un ciclo, es tarea impostergable hacerse la pregunta ¿qué país queremos?, y en términos más amplios ¿qué sociedad queremos? Hoy los debates giran en torno a la urgencia, en el reduccionismo de pensar que la solución a todos los males está en cambiar el Gobierno. 

Esta manera de orientar el pensamiento es probable que en algún momento pueda llegar a eso, a cambiar un gobierno, pero esto no necesariamente implica cambiar el modelo que subyace en el fondo de la sociedad venezolana. Bajo este enfoque las soluciones se reducen a una lucha de acceder al poder por el poder, materializado en el acceso a la renta petrolera, la cual sigue siendo abundante para un Gobierno.

Para salir del círculo en el que se encuentra atrapado el país, los momentos actuales son propicios para debates profundos, para sembrar ideas realmente revolucionarias, entendidas éstas como las semillas para los cambios de paradigmas. Una de las grandes transformaciones del mundo moderno vino de la mano de la Revolución francesa (1789). La situación en la que se encuentran millones de venezolanos debe ser atendida. 

El país debe encontrar la forma de volver a construir un modelo que permita la convivencia, y que esta sirva de base para la cooperación y el progreso. Pero si esto ocurre sobre las mismas bases de la sociedad, si no se entra a un debate realmente profundo sobre qué país se quiere, se estará perdiendo la gran oportunidad de una verdadera revolución, no sólo en Venezuela sino en América Latina. Hoy los países de la región han logrado la misma ilusión de progreso tan presente en la psiquis venezolana por muchos años, pero hoy también son testigos de cómo ese sueño puede desmoronarse. 

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