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Encontrándonos en una de las martirizantes colas para adquirir alimentos surgió una conversación la cual, sin formar parte de ella, nos impresionó, los participantes concluyeron “quién no vote en las próximas elecciones para gobernadores es madurista”.
Aproximadamente 9 de cada 10 venezolanos rechaza al Gobierno, y desea uno distinto. Ahora bien, cuando deberían estar más encendidas las protestas de calle, es cuando más fría se encuentran. El motivo es la desazón producida ante los fallidos esfuerzos para evitarla, incluyendo sus muertes, sin embargo, no todo fue pérdida, la Comunidad Internacional despejó dudas acerca del rechazo y del tipo de régimen existente en Venezuela.
Si bien es cierto que “con eso no se va al mercado”, es preciso comprender que una casta política con 18 años atornillada en el poder no puede sustituirse de la noche a la mañana. Desde el 2014 el régimen afronta su salida, se aferra al secuestro de las instituciones del Estado, a la represión atroz. El descontento día a día es mayor sin perspectivas de mejoría, al contrario, la ANC profundizará los errores que han sumergido al país en indignante sobrevivencia: controles, racionamientos, condicionantes, culto a los gobernantes, centralismo primitivo, entre otras no menos execrables patologías.
El voto es el arma del pueblo, somos una nación que repudia la violencia, es otro motivo del por qué el Gobierno es rechazado. Lo ocurrido el 30J no fue asumido como un proceso electoral, fue un acto del Gobierno donde se impusieron electores, candidatos y resultados, la sed electoral del venezolano está intacta, será manifestada en las próximas elecciones regionales.
El reto es asegurar condiciones mínimas como en 2015: voto universal y directo (un venezolano un voto), candidatos opositores en los 23 estados, testigos electorales; logística; observación internacional; reglas cónsonas con la Constitución vigente; con la ley de procesos electorales, he ahí el dilema.
Muy probablemente el Gobierno inhabilite figuras prominentes de la oposición, pero podría estar haciéndole un favor a esta, y obligarla a renovar sus desgastadas figuras; el voto castigo opositor no está detrás de individualidades, está detrás de la esperanza de nuevos gobernantes.
Lo peor que puede ocurrir es que el pueblo desista ir a votar. Si el Gobierno desea ganar con fraude (única vía) debe primero hacerlo y sumar consecuencias a su crítica condición, abstenerse es apoyar el vergonzoso proyecto de país que hoy se nos impone.