Requerimos
Argentina se estremece con la captura de Lázaro Báez, socio de la familia Kirchner. La detención ordenada por un juez federal de ese país, es la reactivación de un ciclo ocultado por los Kirchner durante 12 años y que los compromete en desafueros de todo tipo, en una corrupción amparada en la impunidad del poder. Báez emergió al mundo político y económico, al posesionarse el kirchnerismo, saltando de cajero de un banco a multimillonario constructor, inversionista, pero sobre todo como lacayo de la pareja presidencial, en eso del testaferrato o sociedades oscuras de lavado de dinero, en una asqueante red de corrupción, blindada por algunos jueces y fiscales adeptos al régimen.
Esa nueva etapa argentina, sumada a la efervescencia y caos de Brasil, país en el cual tanto Lula como la Rousseff se mueven bajo la persecución del congreso y la justicia, advierte que la herencia infame del chavismo, nació, creció, se multiplicó y muere vertiginosamente, arrasando con efecto dominó los vestigios de la corrupción comunista, única herencia legada del castrocomunismo.
Venga al caso nuestra realidad venezolana y valga la comparación en términos cuantitativos. Las acusaciones contra Lázaro Báez, representan centavos, si la medimos con el episodio venezolano desde que Chávez llegó al poder, y lo que ha hecho y dejado hacer Maduro. La sola circunstancia del escándalo de la familia presidencial y sus narcosobrinos, bastarían para una dimisión. Aún más, por mucho que nos duela, estamos en presencia de un narco-Estado-Gobierno, en el cual diariamente reseñan los casos de militares y civiles en actividades nacionales e internacionales de narcotráfico. Peor aún es el saqueo del patrimonio de la nación, con escándalos comprobados tanto en Venezuela como en el mundo entero; el robo y destrucción del país es política de Estado.
¿Qué debe suceder para ver peces gordos del hampa de Estado y del hampa de derecha, esposados y sometidos en un calabozo, al imperio de la ley, juzgados, sentenciados y repatriados y confiscados lo que han adquirido delictivamente? Basta con que un solo juez valiente, un fiscal valiente, tire la primera piedra. Eso sí, sin huir y pedir asilo en Estados Unidos. Requerimos de actos heroicos de funcionarios honestos que, pensando en el futuro de sus hijos, sean capaces de inmolarse porque la patria así lo exige.